domingo, 10 de febrero de 2013

La muerte como liberación: seguimos con el informe Sicard


De aquí viene que la muerte pueda parecer una liberación, un acto humanitario, algo que se aleja del mero cálculo para convertirse en una acción moral. Se alcanza así la satisfacción burguesa de la que nos hablaban Nietzsche o Bloy, la complacencia que hemos citado con Kass. Parafraseando de nuevo a Gómez Dávila el hombre contemporáneo ya no quiere pedir perdón por sus faltas sino que exige que sus faltas no se consideren como tales. En sus palabras “el cristiano moderno no pide a Dios que lo perdone, sino que admita que el pecado no existe”.

Despojarse de la carga de la dependencia humanitaria para cortar por lo sano, en nombre del humanitarismo define a cada uno de nosotros y define a la sociedad completa. Nos hace buenos, como la “banca responsable” hace bueno al viejo gestor agresivo. Sólo así se entiende que como ha ocurrido en Bélgica la eutanasia de dos gemelos a la vez, ante la amenaza de una ceguera en diez años se considere algo así como una nueva frontera en la extensión de la eutanasia. Un nuevo reto para el médico que lo realiza. Curiosa transformación, lo que se hubiera definido como un Mengele hace unos años ahora es un triunfo técnico, una nueva frontera, algo así como el transplante de cara. (http://www.abc.es/sociedad/20130115/abci-gemelos-belgas-eutanasia-201301151849.html)

 El informe Sicard, por supuesto no se manifiesta abiertamente partidario de la eutanasia, al menos de la eutanasia que adopta el nombre de tal. Sin embargo, tampoco sigue la línea anglosajona de no considerar eutanasia a la prolongada deshidratación de un paciente, como vimos en el caso de Terri Schiavo.

Si ciertamente parece adoptar la posición maximalista derivada del la jurisprudencia anglosajona de que el rechazo de una medida de soporte vital en cualquier caso es un legítimo rechazo a un tratamiento, no lleva esa lógica hasta el extremo de esperar la muerte durante días en el acto humanitario-cruel. Busca mas bien “la solución humanitaria” que sospechamos que ocurrió en el caso de Eluana Englaro. Así apela y reconoce un  llamado   gesto letal, forma definitiva de acabar con el sufrimiento y la amenaza de la muerte no controlada. Este gesto letal cierra un circulo que supuestamente se basa en la autonomía del paciente ( yo rechazo un tratamiento a lo que tengo derecho y muero) pero que debe buscar otra salida pues ese rechazo que “no es matar” se convierte en una muerte cruel a lo largo del tiempo.

Este llamado gesto letal, que salva el acto humanitario de una crueldad mayor que la propia muerte natural y temida ,  consiste  realmente en utilizar una sedación excesiva para provocar directamente la muerte del paciente. Es decir, una eutanasia activa y directa de manual. Cambiado el nombre parece que se exorcizan los temores que el mismo informe alberga respecto a la eutanasia en sentido estricto.

Sin embargo, un temor residual puede quedar en una acción que cumple la condición de ser “transitiva” como dijo Diego Gracia ante la comisión de estudio del Senado español  sobre la eutanasia. Por eso Sicard que trampea  acudiendo a una sedación terminal que realmente es una sedación eutanásica, vuelve a hacer trampas con una referencia desconcertante al suicidio asistido.

Es a esta cuestión del suicidio médicamente asistido a la que dedicaremos la parte central de nuestras reflexiones sobre las contradicciones del informe Sicard.

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