jueves, 6 de julio de 2017

Charlie Gard. El mayor error. Hoy en la Razón.


Es cierto que es discutible que el pequeño Charlie Gard tenga una oportunidad. Pero para los temerosos del ensañamiento, conviene decir que los padres del pequeño sólo pretenden mantener los medios de soporte vital e intentar una terapia experimental. Conviene preguntarse sobre si esto es demasiado. Una pretensión tan disparatada como para justificar la intervención de tribunal británico y la siempre extemporánea del TEDH. Hay que responder que no. Los padres del pequeño quizás quieran llevar el mantenimiento vital y la terapia experimental un poco mas allá de  lo que puede considerar un observador imparcial. Pero no es disparatado, excesivo, ni ensañador, por el contrario es una opción racional y justificada. Sólo desde la perspectiva de que hay vidas dignas de no ser vividas puede mantenerse la idea de que estamos ante  a un exceso. Solo desde la idea de la absoluta tecnificación del final de la vida puede pensarse que un razonamiento exclusivamente técnico puede superar el interés personal, el legítimo derecho de la patria potestad, el deseo del cuidado de la terapia y del cuidado hasta el final.

Quienes se oponen a este derecho no pueden acudir a la autonomía. Tampoco al juicio objetivo. Sólo a un cierto deseo del abandono terapeútico. Quizá muchos podríamos pensar que los padres del pequeño se equivocan pero todos sabemos en lo mas íntimo, en el derecho no totalitario y estatalista que tienen derecho a equivocarse. O a acertar. Hay un cierto tufo a las vidas que no merecen la pena ser vividas en todo esto. Por esto estamos con sus padres con su acierto o con su error. Y tememos al terrible tribunal y a la excesiva intervención  técnica y judicial. 

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