lunes, 27 de febrero de 2017

Tribunal cameral de Belín, Federico el Grande y Sebastián Haffner.

Como pasante del Tribunal, Sebastián Haffner fué testigo de la nula resistencia de este frente al nuevo poder nazi, y recuerda la anécdota mas famosa que expresa la antigua confianza en la Justicia. Sólo posible cuando, en sentido estricto, no había Estado:
"Así funcionaba el tribunal cameral de Berlín en abril de 1933. Se trataba del mismo tribunal cuyos miembros habrían preferido ser encarcelados por Federico el Grande unos ciento cincuenta años atrás antes que modificar por orden del gabinete real una sentencia que considerasen correcta. Cualquier colegial prusiano conoce todavía hoy una leyenda de aquella época, la cual, sea cierta o no, define el prestigio de este tribunal: tras la construcción del palacio de Sans-soucis, Federico quiso eliminar un molino de viento que hoy sigue estando junto al palacio, así que le hizo una oferta de compra al molinero. Éste la rechazó, pues no estaba dispuesto a renunciar a su molino. Entonces el rey simplemente amenazó con expropiar el molino, ante lo cual el molinero exclamó: " Sí, Majestad, ¡Eso será si lo permite el tribunal cameral de Berlín!
En 1933 no hizo falta ningún rey, ni siquiera fue necesario que Hitler interviniera personalmente para  "unificar" el tribunal cameral y su jurisprudencia. Bastó un par de jueces menores con modales enérgicos y conocimientos jurídicos insuficientes"

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