domingo, 29 de noviembre de 2015

NICOLAS GOMEZ DAVILA. HACIA UN HUMANISMO TEOLOGAL.

Pongo un fragmento del  articulo de Carlos Andres Gomez Rodas Nicolas Gomez Davila. Hacia un humanismo teologal. Incluye referencias interesantes sobre Cioran y Nietzsche.
Creaturidad o Angustia. Nicolás Gómez Dávila, un testigo del siglo XX
Son muchos quienes definen la segunda posguerra como un periodo de angustia, de penuria, de desazón. Han desaparecido los grandes metarrelatos y toda esperanza en el hombre porque la racionalidad moderna no cumplió con sus promesas, olvidó el ser y terminó llevando a guerras fratricidas en las que pudimos evidenciar la capacidad destructiva de nuestra especie. No gratuitamente, el pensamiento posmoderno está marcado por un radical escepticismo sobre la existencia de la verdad o el bien, de la realidad misma en sentido metafísico, o por lo menos, sobre la capacidad humana de conocerlos. Siempre ha resultado paradigmática la perspectiva de Michel Foucault (1968) al respecto:
A todos los que quieran todavía hablar del hombre, de su reino y de su liberación, a todos los que se preguntan todavía sobre qué es el hombre en su esencia, a todos los que quieran apoyarse en él para acceder a la verdad (...), a todas estas formas de reflexión deformes y alteradas, no podemos más que contraponer una risa filosófica, es decir, en parte silenciosa. (p. 333).
El relativismo gnoseológico y moral, la depresión como enfermedad de nuestro tiempo, la falta de horizonte vital en la existencia de muchas personas —sobre todo jóvenes— y la incertidumbre generalizada sobre el futuro de nuestras sociedades son manifestaciones de una crisis global, crisis del hombre que a su vez es evidencia de un tiempo marcado por la desesperación y la angustia.
Se ha relacionado a Gómez Dávila con Emil Cioran (1911-1995) por el estilo aforístico que los distingue, sin embargo, los
conceptos de angustia y desesperación como asuntos que ocupan a la filosofía, también permiten construir un puente entre ambos pensadores. Para el rumano, el más primitivo aullido de desesperación es más significativo y revelador que el más riguroso, complejo y elocuente raciocinio lógico. El aullido de este pensador es el lamento de quien no le perdona a Dios su inexistencia. La desesperanza de Cioran, hijo de un sacerdote ortodoxo y de una mujer incrédula, hunde sus raíces en un radical ateísmo, pero sigue reconociendo, en un ser superior, la posibilidad de gozo que el mundo no puede darle.
Sin Dios, la soledad sería un alarido o una desolación petrificada. Pero con Él, la nobleza del silencio atempera el desvarío que nos produce la falta de consuelo. Cuando ya lo hemos perdido todo, recobramos la calma eternizando nuestros sueños bajo los desnudos árboles de sus alamedas. Sólo el pensar en Él me mantiene de pie. Cuando extirpe mi soberbia, ¿podré acostarme en su cuna misericordiosa y profunda y adormecer mis insomnios consolado por su vigilia? Más acá de Dios sólo nos queda el anhelo por Él. (Cioran, 1995, p. 224).
No obstante, al igual que Camus, Cioran renuncia a la esperanza por implicarle creer en una divinidad. Claramente prefiere un orgullo desesperado o una desesperación orgullosa:
Cuantas menos esperanzas tenemos, más orgullosos somos, hasta el punto de que orgullo y desesperación se desarrollan juntos, siendo como son indiscernibles entre sí incluso para un observador clarividente. El orgullo nos prohíbe esperar, buscar una salida fuera del abismo del yo, y la desesperación se da aires sombríos, sin los cuales el orgullo sería un juego mezquino o una ilusión lamentable. (Cioran, 2002, p. 109).
No es descabellado afirmar que “don Colacho” suscribiría muchas de las ideas de Cioran, e incluso es probable que lo haya leído. Entre los dos hay una secreta
fraternidad, pues miran con malicia y suspicacia la exagerada confianza que la modernidad ha puesto en el hombre: “Cualquiera que no confíe en el hombre resulta, en el fondo, cristiano” (Gómez Dávila, 2005a, p.51), pero, sería equivocado afirmar que el colombiano se identifica con el pesimismo antropológico de Cioran, pues Gómez Dávila entiende que la verdadera imagen del ser humano logra hacerse vida cuando este, renunciando a la pretensión orgullosa de autofundarse, se reconoce como creatura. “Depender sólo de la voluntad de Dios es nuestra verdadera autonomía” (Gómez Dávila, 2005a, p.58).
Paradójicamente, renunciando a ser Dios y a una autonomía absoluta, el hombre encuentra su condición divina y su inmensa dignidad: “La conciencia de nuestra dependencia, de nuestra impotencia, de nuestra insignificancia, la conciencia, en fin, de nuestra condición de creatura, nos salva de la angustia y del tedio. Para quien se postra el mundo fluye en una secreta primavera” (Gómez Dávila, 2005a, p.177).
Si se recuerda, con Gómez Dávila, que “el hombre se vive a sí mismo como angustia o como creatura” (2005a, p. 138), el camino que comparten estos casi coetáneos se divide cuando uno prefiere vivirse como angustia y el otro como creatura, pero la creaturidad en Gómez Dávila no reduce la centralidad y grandeza de lo humano, sino que es su única condición de posibilidad pues “tan sólo para Dios somos irremplazables” (Gómez Dávila, 2005b, p.280) y además, “todo es trivial si el universo no está comprometido en una aventura metafísica” (Gómez Dávila, 2005b, p. 30).
Frente a la insipidez de la vida contemporánea, que, a cada momento, debe buscarse estímulos y sucedáneos, las palabras de Gómez Dávila resultan iluminadoras: “Dios es la razón del sabor en la cosa que deja de ser insípida” (Gómez Dávila, 2005b, p. 32). De esta manera, la pregunta por Dios permite un nuevo planteamiento
antropológico, la centralidad de lo divino no se opone a la centralidad humana y, usando categorías agustinianas, tal vez el verdadero amor del hombre a sí mismo esté en la ciudad de Dios, que es simultáneamente la ciudad de la epimeleia heautou(cuidado de sí), de una ética en la que el hombre busca construir una vida noble y bella, una obra de arte: “La kalokagathia no se desintegra finalmente sino con la autonomía moderna de la ética. La catedral cristiana difiere del templo helénico, pero el bonum y el pulchrum no se divorcian en clima religioso” (Gómez Dávila, 2005d, p.187).
La cita es Gómez-Rodas Carlos Andrés
Nicolás Gómez Dávila: Hacia un humanismo teologal. págs. 171-176 171
Revista Multidiciplinaria Semestral. Año 2015. Número Especial:
III Congreso Internacional de la Asociación Iberoamericana de Personalismo (AIP), Loja-Ecuador







1 comentario:

  1. Precioso artículo, muy profundo en contenido. D. Nicolás tiene bastante similitud con Vicente Ferrer y el Padre Pío de Pietrelcina. Si un hombre se despoja de sí mismo voluntariamente, si no tiene a nada o nadie en qué creer, ¿ entonces qué es ese hombre o quién es?.


    Sólo Dios sabe las respuestas, y las dará a quien él elija, cuando Él decida, en el tiempo justo, enseñará a que tengamos paciencia a pesar de la desesperanza, a mantener la chispa encendida hasta el último instante, porque ¿ quien no dice que todo esto sea un puro teatro y el teatro una pura realidad?, ¿serán las personas bueno actores y actrices?, pues Dios les ve sus adentros y sí sabe de ellos, los demás no sabemos a penas nada.



    Quizás es más inteligente y amatoria de la vida la postura de D. Nicolás que no la de Cioran, aunque se debe respetar también.



    Al menos después de tantas penas, que nos quede algo en el corazón...y no sea arrebatado por nada.


    https://www.youtube.com/watch?v=1tye4alDmMQ



    ¡Anda que la gente!

    ResponderEliminar