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Suicidio ¿asistido?
En general los argumentos dominantes a favor de la legalización del suicidio
asistido tienden a desarrollar un discurso unilateral, que podría
sintetizarse en la realización autónoma
a través de la muerte, en determinados casos.
Así aparece en general en el último número de The Economist. Igualmente
parece entenderse que las normas que sancionan el auxilio ejecutivo al suicidio
pertenecen a una especie de resto religioso en la legislación civil
incompatible con nuestra sociedad postmoderna. Se obvia que en la mayoría de los casos el suicidio
asistido apenas encubre una eutanasia medicamente administrada, y se descuida también un dato fundamental. En la mayor parte de los
países occidentales el suicidio es la primera causa de muerte violenta y tiene
casi siempre una connotación patológica. En otras palabras, por diversas
razones el suicidio es una amenaza superior por ejemplo a los accidentes de
tráfico o la violencia en el seno del hogar. Quiere decirse que toda
trivialización del suicidio o incluso su presentación como un acto de
liberación, por mucho que Emil Cioran sostuviese que solo se suicidan los
optimistas obvia la mayor parte del
problema.
Por otra parte, observando las deficiencias en esos mismos
países en la atención no sólo sanitaria sino social a las personas en las últimas fases de su
vida, o a las que tienen graves
carencias, parece que la solución humanitaria de matarlos con asistencia médica
es otra forma de “pasar la pelota” o eludir una situación que para el conjunto
de la sociedad parece incomoda.
El última instancia el suicidio asistido no resuelve los dos
grandes problemas ligados a la eutanasia, uno la clasificación objetiva en
vidas que merecen o no ser vividas, otro el poder del médico de matar. El
concepto de vida que no merece la pena vivirse incide plenamente en la cultura
del descarte de una forma ciertamente sutil. Por presión social se ayuda a que
determinados sujetos se consideren a sí mismos, y queden caracterizados
socialmente, como superfluos. Lejos de humanizarse su permanencia, se busca una
“salida” humanizada y no dolorosa. Eso sí la solución asistida ayuda a disminuir
el gasto sanitario.
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