miércoles, 1 de abril de 2015

Acampado en las periferias.

Por supuesto entiendo cierta llamada a las periferias, que se dice en el lenguaje del actual pontificado. Centrado en la realidad de ciertos países donde aún ser cristiano es de buen tono, donde la burguesía caracterizada por Leon Bloy juzga y critica al prójimo, donde el cristianismo mantiene cierto poder y sobre todo los mas clericales juegan a prosperar en las comisiones y consorcios pastorales uno entiende la urgente admonición. Cierto es que son los aburguesados miembros de comités eclesiales que viven en cierta forma de ser católicos los primeros que se han precipitado a hablar de la marcha a las periferias, con la misma fruición con la que nos hablaban de abrir ventanas como si pensasen que todos estamos como ellos, dentro y a resguardo, y no fuera recibiendo lo que es menester recibir.
Pero si en vez de la clericoentropia nos acercamos a la realidad de la situación de los cristianos en buena parte de los países, y voy a dejar de lado los de la persecución directa, no por que no sean los mas importantes sino porque me avergüenza siquiera compararme con ellos , creo que sinceramente es dificil encontrarse mas periféricos.
Pensemos, por ejemplo, en la bioética. Salvo quienes yendo de modernos  se han dedicado a la complacencia con mayor o menor eficacia. Un poco de clonación que no es clonación por aquí, un poco de comprensión al aborto, perdón interrupción voluntaria, por allá (comprensión que se dice de las afectadas y acaba siendo de practicar abortos en tu hospital ya no periférico pues no sufre discriminación), un poco de enseñanza práctica de prácticas abortivas, por este otro lado- no sea que perdamos subvenciones-; pues bien salvo estos, el bioético no complaciente acaba en una situación notablemente periférica, empujado a la antibioética, aunque llevado por el espíritu del lirio en la mano quiera volver a integrarse y convencer al mundo contemporáneo.
Para docentes que quieren explicar la moral neotestamentaria, para filósofos que se oponen a la negación de la pregunta sobre Dios, para jefes de bomberos que opinan sobre el matrimonio, para profesoras que se atraviesan en la marcha de alguna diva de Hollywood, la periferia es el lugar donde se termina después de haber estado vapuleados unos días en los medios.
Uno teme que si los cristianos hemos hecho lo que hemos hecho con el amarás a Dios sobre todas las cosas con esto de la periferia repitamos la maniobra y nos quitemos del centro del debate. En ciertas periferias, o colocados de perfil, se molesta menos.
No hablo por denuncia de lo que hagan otros sino mas bien comento en voz alta una tentación recurrente en quienes hemos sentido el duro juicio de "mainstream".

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