domingo, 11 de mayo de 2014

Turismo y religión

Decía don colacho que las catedrales no se construyeron para promocionar el turismo. Parece que surgieron en épocas muy pobres, con apenas excedentes, para adorar a Dios mediante la creación de la mayor expresión de arte posible. Hoy en día, en sociedades opulentas, con notables excedentes, no sólo no se crea adoración artística sino que el arte se usa para una mayor producción: la industria turística.
No critico a las monjas de San José de Ávila por cobrar una modesta entrada por ver el museo y sobrevivir, ni siquiera a los obispados  de las catedrales que cobran la entrada al conjunto del templo. Me limito a constatar un hecho real que define nuestra época. Además vemos aquí el origen de un problema. Si las catedrales son fundamentalmente obras de arte que fomentan el turismo y valiosas por ello, se entiende la reclamación de quienes han hecho de la explotación de lo “público” su “modus vivendi” y se comprende que se llame a los  de la Unesco como árbitros, como ha ocurrido en Córdoba. Pero ningún templo se ha construido para ser Patrimonio de la Humanidad.

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