martes, 28 de enero de 2014

Una extraña división de campos. Hoy en La Razón.

Una extraña división de campos

Según cuenta la escritora británica Anne Farmer, una de las incomodidades con las que tuvieron que enfrentarse algunos partidarios del aborto británicos fue con el hecho de que los nacionalsocialistas germanos parecían tan partidarios del aborto ajeno, principalmente de la minoría judía, como restrictivos en la interrupción que afectase a individuos sanos de la raza aria. De hecho, y por situarnos en un país que sufrió la opresión de  los dos grandes totalitarismos, en el recuerdo de las leyes abortistas polacas siempre se insiste en la imposición de la «liberación» del aborto primero por la ocupación alemana y luego por el régimen fraterno soviético y la restricción en cuanto se alcanzó en 1993 la libertad de legislación. Sirven estos ejemplos, junto a los del aborto obligatorio chino, para recordar que los campos no están tan delimitados entre la supuesta autonomía y libertad de unos y la supuesta restricción de libertades de otros. Sirve también para encontrar claves interpretativas cuando un partido que se opone principalmente a la presencia de inmigrantes en su suelo anuncia que no es partidario de la restricción de la «libertad» para abortar. Una simple observación de quiénes son los que abortan preferentemente en Francia bastará para interpretar correctamente la aparente paradoja del abortismo del extremismo xenófobo. Su coherencia se vuelve sin embargo incoherencia en los analistas españoles. Así es difícil explicar el simplismo de alguna creadora de opinión hispana y de no pocos editorialistas que nos hablan de la «modernidad» de la extrema derecha francesa, frente al atraso hispano, cuando analizan las palabras de la recientemente aceptada Marine le Pen. El giro se les puede volver en contra pues en el abortismo, o al menos en la indiferencia hacia la cuestión política de la protección de la vida, se pueden encontrar en muy incómodas y coherentes compañías. Baste recordar que su odiada Margaret Thatcher fue la autora del giro conservador que dejo de ocuparse de la protección de la vida humana naciente.

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