lunes, 18 de febrero de 2013

El Consejo Nacional de la Orden de Médicos de Francia : el final de los bienpensantes.











Siempre que sufro un ligero ataque Kumbaya o me siento moderadamente bienpensante, la realidad se muestra con dureza, volviendome a mis viejos patronos Tucidides y Burckhardt que diría don Colacho.
En efecto los partidarios del pensamiento optimista en la bioética, y muy especialmente en la bioética personalista, suelen pensar que una buena acción, una buena ley, un adelantarse a la acción de los radicales soluciona el problema, carga de razón, convence a la "mayoría de buena voluntad".
Y no me refiero a la impresentable excusa de la democracia cristiana italiana de sacar una "piccola" ley del aborto para salvar un gabinete, que a la postre murió y de cuyos componentes nadie se acuerda. Me refiero a la falsa tranquilidad de sacar una norma que se "adelante" a las normas radicales "solucionando" el problema.
El ejemplo mas reciente lo tenemos en la Ley Leonetti francesa, que se abría a un correcto tratamiento de la atención al final de la vida y que "eliminaría" las tentaciones eutanásicas. Tras un buen informe y una buena ley, al encargarse un nuevo informe nos encontramos con el texto  Sicard que contiene  al menos una forma de eutanasia, con "gesto letal" incluido y con una sorprendente loa del suicidio asistido.
Por si fuera poco y en unas semanas el Consejo Nacional de la Orden de Médicos de Francia, seducido por  la muerte,  como dijo Herbert Hendin en su magnífica obra,  se lanza a a defender la muerte compasiva con las condiciones usuales, y falsas, de la eutanasia que amenaza en Europa.
Salta esta propuesta el tabú mas grave en torno a nuestra cuestión que no es que la gente se mate, siendo esto muy grave y, por cierto, muy usual, sino que tu doctor  te pueda matar, en afortunada expresión de Leon Kass. El deslizamiento hacia una conducta médicamente indicada que presiona hacia la muerte,  una lex artis tanática, es inevitable como prueban Holanda o Bélgica.
Aquí supongo que debo explicarme. Yo no dudo de las bondades de una ley de atención al final de la vida correcta y protectora de la dignidad del sujeto humano. Yo no dudo de que tengamos la obligación de promoverla. Lo que rechazo es la idea de que una ley de ese tipo haga mella en la pasión eutanásica que nos rodea. Al fin y al cabo, por seguir con nuestros clásicos, el hombre solo controla la muerte provocandola, y para ser dios hay que controlar la muerte. Y ahí esta el problema.

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