domingo, 23 de diciembre de 2012

Ideología de género y pretensión gnóstica. A propósito de un texto de Benedicto XVI.

En esta frase de Benedicto XVI se observa la vinculación entre ideología de género y pretensión gnóstica es decir intento del hombre de definire a si mismo o mejor de "crearse" a sí mismo.


La "falacia profunda" de la ideología de género
El gran rabino de Francia, Gilles Bernheim, en un tratado cuidadosamente documentado y profundamente conmovedor, ha mostrado que el atentado, al que hoy estamos expuestos, a la auténtica forma de la familia, compuesta por padre, madre e hijo, tiene una dimensión aún más profunda. Si hasta ahora habíamos visto como causa de la crisis de la familia un malentendido de la esencia de la libertad humana, ahora se ve claro que aquí está en juego la visión del ser mismo, de lo que significa realmente ser hombres. Cita una afirmación que se ha hecho famosa de Simone de Beauvoir: «Mujer no se nace, se hace» (“On ne naît pas femme, on le devient”)En estas palabras se expresa la base de lo que hoy se presenta bajo el lema «gender» como una nueva filosofía de la sexualidad. Según esta filosofía, el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se decide autónomamente, mientras que hasta ahora era la sociedad la que decidía. La falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella es evidenteEl hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear. Según el relato bíblico de la creación, el haber sido creada por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. Precisamente esta dualidad como dato originario es lo que se impugna. Ya no es válido lo que leemos en el relato de la creación: «Hombre y mujer los creó» (Gn 1,27). No, lo que vale ahora es que no ha sido Él quien los creó varón o mujer, sino que hasta ahora ha sido la sociedad la que lo ha determinado, y ahora somos nosotros mismos quienes hemos de decidir sobre estoHombre y mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana, ya no existen. El hombre niega su propia naturaleza. Ahora él es sólo espíritu y voluntad. La manipulación de la naturaleza, que hoy deploramos por lo que se refiere al medio ambiente, se convierte aquí en la opción de fondo del hombre respecto a sí mismo. En la actualidad, existe sólo el hombre en abstracto, que después elige para sí mismo, autónomamente, una u otra cosa como naturaleza suya. Se niega a hombres y mujeres su exigencia creacional de ser formas de la persona humana que se integran mutuamente. Ahora bien, si no existe la dualidad de hombre y mujer como dato de la creación, entonces tampoco existe la familia como realidad preestablecida por la creación. Pero, en este caso, también la prole ha perdido el puesto que hasta ahora le correspondía y la particular dignidad que le es propia. Bernheim muestra cómo ésta, de sujeto jurídico de por sí, se convierte ahora necesariamente en objeto, al cual se tiene derecho y que, como objeto de un derecho, se puede adquirir. Allí donde la libertad de hacer se convierte en libertad de hacerse por uno mismo, se llega necesariamente a negar al Creador mismo y, con ello, también el hombre como criatura de Dios, como imagen de Dios, queda finalmente degradado en la esencia de su serEn la lucha por la familia está en juego el hombre mismo. Y se hace evidente que, cuando se niega a Dios, se disuelve también la dignidad del hombre. Quien defiende a Dios, defiende al hombre”.

Como hemos publicado siguiendo a Gómez Dávila y a la Religión democrática (gnóstica):
Nadie que se conozca a sí mismo, aquí se podría contra
argumentar que esto no es tan fácil, o sobre todo que trate con sus
congéneres puede aceptar la divinización de los hombres que son
sus contemporáneos, ni siquiera de ninguna abstracción como la
Humanidad que pudiese alzarse sobre los elementos comunes de
esos mismos hombres.24 Pero para ello, los antropoteísmos tuvieron
siempre su solución, no es tanto, para Gómez Dávila, un acto al
modo de Lucifer -que se creyó lo que era- sino una ilusión que
proyecta una imagen fantástica hacia el pasado o hacia el futuro.
De nuevo en Textos afi rma que: “El antropoteísmo, ante la miseria
actual de nuestra condición, defi ne la divinidad del hombre como
una realidad pasada, o como una realidad futura. En su presente
de infortunio, el hombre es un dios caído, o un dios naciente”.25
Los primeros antropoteísmos, el gnosticismo y antes las sectas
órfi cas proyectaron ese hombre dios hacia el pasado. La religión
democrática se convierte en cambio en un antropoteísmo futurista26.
Para sostener ese mito, vinculado al concepto de progreso,
es preciso un enorme esfuerzo de construcción ideológica, que
de nuevo describe nuestro autor: “La doctrina democrática es
una superestructura ideológica, pacientemente adaptada a sus
postulados religiosos. Su antropología tendenciosa se prolonga
en apologética militante. Si la una defi ne al hombre de manera
compatible con su divinidad postulada; la otra, para corroborar el
mito, defi ne al universo de manera compatible con esta artifi ciosa
defi nición del hombre. La doctrina no tiene fi nalidad especulativa.
Toda tesis democrática es argumento de litigante, y no veredicto

No hay comentarios:

Publicar un comentario