Entre las conclusiones que pueden derivarse de las
diversas intervenciones y testimonios que han tenido lugar en el VI
Congreso de Familias, destaca la vinculación entre vida de familia y
cultura de la vida como contrapunto a la estricta relación entre la
cultura de la muerte y la disolución familiar. Destaca, cómo no, la
manipulación del lenguaje que lleva a llamar «modelos de familia» las
acciones destinadas a lograr la desestructuración de la misma. Ante las
dificultades vitales, muchas muy antiguas pero redefinidas por el
desarrollo científico, la familia es el único ámbito de acogimiento de
la vida humana más dependiente. Por supuesto, partimos de la base de la
dependencia intrínseca de toda vida humana, todos hemos sido
dependientes y todos lo somos o vamos camino de serlo. Para responder a
esta exigencia la especie humana se constituye en familias y aún más ha
construido un modelo de familia que responde de forma más humana, más
ética, más protectora a retos como la deficiencia, la extrema
dependencia en determinadas fases de la vida, el abandono o la
enfermedad. Los intentos de vivir según una supuesta autonomía
completa, de eternos adolescentes hedonistas, sencillamente no funcionan
y nos condenan a una sociedad extraordinariamente hostil.
La pretensión de sustituir con servicios estatalizados la función familiar fracasó en los estados socialistas reales y también en los estados socialistas del bienestar. Probablemente respecto a los estados las familias se conformarían con que cesara la actual hostilidad y discriminación en acciones y políticas gubernamentales.
La pretensión de sustituir con servicios estatalizados la función familiar fracasó en los estados socialistas reales y también en los estados socialistas del bienestar. Probablemente respecto a los estados las familias se conformarían con que cesara la actual hostilidad y discriminación en acciones y políticas gubernamentales.
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