Conviene detenerse en la parcialidad de los argumentos esgrimidos por los partidarios de las peculiares muertes dignas. Promocionar el suicidio asistido como una práctica autónoma de millonarios aquejados por graves dolencias supone ignorar lo que diversos autores han manifestado; personajes como Cicely Saunders, fundadora de los cuidados paliativos, o el juez Lawton, autor del primer informe británico desestimando la posibilidad de legalización de la eutanasia. La presión social una vez legalizadas estas prácticas va a ser enorme. Y ésta no se ejercerá sobre sujetos de grandes recursos, sino sobre ancianos enfermos con pocos medios. Una vez planteada la posibilidad, esas personas tendrán que justificar su opción por vivir, y eso en el caso de que no sean la ristra de parientes los que decidan por ellas.
José Miguel Serrano
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