Se sostiene en general que quienes están sujetos a restricciones en su libertad, sea por delitos, sea por su seguridad o su bien en razón de enfermedad mental, no deben tener sus libertades restringidas más allá de lo imprescindible y, desde luego, más allá de la sentencia. En España, y en razón del tabaco, estos grupos se encuentran especialmente privilegiados, únicos que pueden consumir tabaco en espacios públicos "especialmente habilitados". Por alguna razón, el preso recibe mejor trato que el carcelero o, mayor paradoja aún, el enfermo mental que otras personas con enfermedades.
Las excusas manejadas son ridículas. Si el manicomio (hospital mental) o la cárcel (centro penitenciario) son hogar de los internos digase la razón por la que eso no se aplica al cuartel o al hospital en general. La coartada y la propia norma prueban que la legislación perseguidora de los fumadores, que llega la extremo de impedir incluso que se reserven espacios especiales para que ellos sigan su vicio en espacios de titularidad privada y libre acceso, sólo limita su presión ante el riesgo de orden público.
La manipulación del lenguaje lleva a llamar norma contra el tabaco una ley que aumenta los lugares de venta e ingresos del estado y que arroja a los fumadores a la calle, literalmente, impidiéndoles incluso tranquilizarse en las cercanías del un hospital (espero que esto no incluya a los tantatorios) o antes de tomar un avión. Tanta saña produciría algún tipo de reacción si la excusa no fuese el dios contemporáneo de la salud. En nombre de esta la vieja distinción entre moral y derecho se quiebra, obligando al fumador a la salud a la fuerza, incluyendo incluso argumentos económicos que no se aplican a otros hábitos poco saludables (véase el turismo sexual). Cierto es que en la nueva sociedad la moral la define la ley y por ello la moralidad se totaliza en la acción jurídica. Bueno es lo que dice la ley, todo lo que dice la ley y nada más que lo que dice la ley. Me ha encantado ver a la ministra del ramo llamando a la delación,única competencia que le queda y único presupuesto que le va quedando. Prueba esto que toda religión y especialmente la de la salud sufren el riesgo del fundamentalismo y la persecución puritana. Incluso los apestados reciben el sambenito de los riesgos que producen a los demás para movilizar con mayor saña a los perseguidores.
No se piense que esto de la nueva religión, con feroz respaldo estatal, es broma. En las aulas donde imparto clase, sustituyendo al viejo crucifijo hay, a falta de uno, dos carteles con su Prohibido fumar. La nueva religión debe ser biteista. Veo a una nofumadora.org diciendo que es una ley de salud pública, eso como el comité.