Pero en la línea de lo realizado hasta ahora, no me resisto
a intentar dilucidar que se llama altruismo en esta especie de maternidad
subrogada.
El altruismo es una de las sonrisas que encubren la
mandíbula de la hiena en afortunada expresión de Susana Tamaro. Nos lo decía
también Gómez Dávila al referirse al ideal como fin encubridor frente al realismo
basado en la obra de Tucídides que domina su pensamiento, toda persona con
ideales es un asesino potencial. Sin embargo la caracterización más propia de
ese altruismo “humanitario” que produce la abolición del altruismo concreto se
encuentra en la dura frase de Nadiedzhda Mandelstam sobre las esperanzas de su
marido Ossip en que el humanista
extranjero, Romain Rolland, lo sacase
del campo de concentración hablando con Stalin “Mandelstam no podía creer de
ningún modo que a los humanistas profesionales no les interesaban los destinos
individuales, sino tan sólo la humanidad en su conjunto”.
El altruismo que se maneja en la supuesta maternidad
subrogada altruista no es otro que el de los humanistas profesionales. La
maternidad es la quintaesencia del altruismo concreto, el sacrificio por el
hijo. Por grande que sea este casi nos parece normal, como si hubiese una
normalidad en una relación consciente tan generosa, superada evidentemente en
la mujer la mera vinculación instintiva. Por el contrario no es extraño que a
la menor quiebra en ese altruismo completo, casi absoluto, sea calificada como
antinatural, como si fuese la naturalidad la que guía ese comportamiento, y no
una moralidad excelsa que fundamenta toda la cultura de atención al dependiente
en las sociedades humanas. Sin el altruismo concreto de la madre, que se puede
extender, aunque defectuosamente por los demás a los otros, no hay atención al
que depende, esencial según Alasdair Macintyre para la supervivencia de los
animales racionales dependientes que somos los hombres.
El cinismo de invocar el altruismo en esta relación,
realmente contrato, al que se remiten nuestros humanistas radicales es que se
proyecta un altruismo impostado para negar el altruismo más real, la
quintaesencia del altruismo, el modelo concreto de referencia. El contrato
obliga, pues los contratos obligan, dato que también se encubre en la
maternidad subrogada, a que la madre corte de raíz intencionalmente, sin motivo
insuperable que lo justifique, la sagrada relación con el hijo. Y la llamó
sagrada en el sentido religioso que está más allá de toda religión concreta, en
un sentido no manipulable por la ideología, no es la “sagrada” bandera, es la
relación que nos humaniza. Esta traición se realiza en nombre del más falso y
abstracto ideal. El legislador quiere volver a un conjunto de mujeres
humanistas profesionales, no para olvidar a los poetas abandonados en los
campos de concentración sino para traicionar al propio hijo.
Se produce así la segunda sospecha sobre el altruismo, la
del cinismo de quién la invoca para introducirla en la ley. La motivación de
estos sofistas es claramente utilitarista. Buscan una utilidad concreta,
evaluable económicamente. Hace tiempo que hemos caído en la cuenta de la falacia del altruismo. En
efecto la calificación del comportamiento de la mujer como altruista, en su
sentido mas falso, no convierte en
altruista todo el procedimiento. Más bien parece que encubre fuertes intereses,
cuya garantía jurídica frente a otros derechos en juego y, sobre todo, frente
al principio de que la maternidad sigue al parto, no es necesaria y puede abrir
camino a todo tipo de abusos.
Por supuesto no es altruista, no lo ha sido hasta ahora, el
comportamiento de un sector, el de la reproducción asistida, cuyo empeño
fundamental parece dirigirse al aumento del mercado y ha creado un lobby
poderoso con ese fín. Las clínicas no son altruistas. Son un sector regulado
que tiende a saltarse las regulaciones. En el conjunto de la reproducción
asistida ha habido una tendencia a burlar las donaciones de gametos, que se ha
hecho escandalosa. En el caso de donación de óvulos la compensación a la
donante se ha vuelto adquisición de óvulos bajo precio. Es difícil denominar
donación a procesos en los que el perfil del donante no es distinguible del
perfil del vendedor. Este juego de la compensación, generalizado en España,
debe tenerse muy en cuenta cuando se habla de gratuidad. El altruismo
manipulado se hace aquí patente. Nadie engaña a nadie y todos actúan como si el
motor de esta industria fuera la donación gratuita.
Es
más, para acceder a la reproducción biológica, los comitentes rompen la
maternidad en su pleno sentido, es decir, la de la gestación. En esta acción la
mujer gestante pasa a puro recipiente para otro, convirtiéndose objetivamente
en objeto portador del deseo de otro. Aquí interviene la paradoja de la
gratuidad. Como se sabe esta no suele ser total, pues cabe la construcción de
un sistema de compensaciones por las "molestias". A menor
compensación parece que más nos alejamos del alquiler. Pero como ha indicado la
feminista Kajsa Ekis Ejman en un artículo en The Guardian, el efecto es que si
consideramos la gestación para otro una explotación, se nos dice que cuanto
menos se pague a la mujer menor explotación tendremos lo que no deja de ser un
contrasentido: En
realidad, subrogación altruista significa que una mujer atraviesa el mismo
proceso que en la subrogación comercial, pero no obtiene nada a cambio. Exige a
una mujer gestar a un niño durante nueve meses y luego echarlo fuera. Tiene que
cambiar su comportamiento y exponerse a la infertilidad, una serie de
problemas relacionados con el embarazo e incluso la muerte. Es utilizada como
un recipiente aunque se le diga que es un ángel. Lo único que obtiene es el halo
del altruismo, lo que es pagarle muy poco por el esfuerzo y puede sólo resultar
atrayente en una sociedad donde las mujeres son valoradas por lo mucho que se
sacrifican y no por lo que obtienen.
India y Thailandia no
quieren que sus ciudadanas se conviertan en la fábrica de bebes del mundo. Es
el momento para Europa de tomar sus responsabilidades. Somos los compradores,
es necesario que mostremos nuestra solidaridad y paremos a la industria
mientras podamos.[1]
Quien busca la paternidad-maternidad biológica a costa de
la gestación de otra no es altruista, sus motivos son como mínimo egoístas,
cuando no narcisistas.
Sobre este punto ha escrito Susanna Tamaro en una
aportación en donde pone en duda la sentimental llamada al amor que se
establece en todo el discurso defensor de la maternidad subrogada. Analizado el
proceso más allá del velo sentimental, lo que aparece es la voluntad de
recurrir a lo que sea para alcanzar un objetivo:
"La gestación para otros es quizás la forma de
esclavitud más sofisticada y atroz inventada por la modernidad, una esclavitud
en la que el rostro de la hiena está escondido detrás de la sonrisa del
benefactor, una esclavitud que astutamente esta envuelta por la palabra amor.
Un amor que no se refiere de ninguna forma al bien del que nace sino solamente
del deseo particular de los individuos singulares. Todo porque a la ideología
marxista leninista le ha sustituido un capitalismo sin alma y este nuevo tótem
idólatra reconoce sólo una ley: la del deseo del individuo particular y la del
beneficio que se puede obtener para satisfacerlo. Que la causa generadora de
los hijos sea un no bien definido y omnipotente sentimiento de amor es una de
los grandes engaños servidos por el neosentimentalismo de la sociedad
consumista."[2]
[1]
Ekman, K E All surrogacy is
explotiation , The Guardian, 25/02/2016, https://www.theguardian.com/commentisfree/2016/feb/25/surrogacy-sweden-ban. Consultado 11/04/2017.
[2] Tamaro
S. Intervento Utero in afitto, non in mio nome, Avvenire, 23 marzo 2017, https://www.avvenire.it/famiglia-e-vita/pagine/susanna-tamaro-e-l-utero-in-affitto-non-in-mio-nome
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