Fue Susana Tamaro, con ocasión del congreso celebrado en
Roma para instar la prohibición universal de la maternidad subrogada, quien
pronunció la contundente frase: debajo de la máscara de la sonrisa del
altruismo se oculta la risa de la hiena.
El juicio es duro, pero se pronuncia desde la realidad del
enorme tráfico de mujeres, dedicadas a la cría de hijos para otros, tras gestárselos
durante nueve meses, sujetas a restricciones de su libertad y cedido el
supuesto derecho al aborto a terceros, por contrato, para que decidan por
ellas. Como la realidad es que la gran mayoría de los casos se produce desde el
Tercer Mundo al Primero y en no pocos se oculta una directa compra de niño,
tratar lo que es desde una realidad imaginada sólo puede responder a la
ignorancia, de la que dudo, o a la mala fe, tan propia de la argumentación
humana, muy hábil en disfrazar la pura voluntad de poder bajo la máscara moral
en este caso el altruismo.
En España, según las encuestas, fiables o no como toda
encuesta, las mujeres tienen por lo general menos hijos de los que desearían.
Por otra parte, es sabido que no hay niños suficientes en adopción para cubrir
la demanda de personas que pasan un proceso de idoneidad en aras del superior
interés del menor. Es lícito preguntarse qué sentido tiene una proposición que
pretende crear un registro de madres, perdón nunca les llamarían madres pues se
supone que por altruismo deben renunciar a su maternidad, es decir a su hijo.
Estas no madres deben haber tenido un hijo antes, tener un nivel económico, más
de 25 años y, sobre todo, una peculiar
concepción del altruismo que consiste en ceder el propio hijo, no en interés de
éste, pues ha sido creado exprofeso para la manifestación de “altruismo” de su
madre, sino en el egoísta interés de terceros, que en nombre del amor, cuantos
crímenes se cometen en tu nombre, o de la propia perpetuación están dispuestos
a montar el infame proceso.
Como no hay madres, o gestantes altruistas, para tanto
negocio, o muestra de solidaridad, la ley sólo serviría para eliminar el
principio por el que la maternidad sigue al parto, debilitar la posición
internacional de España en la búsqueda de un acuerdo para suprimir el infame
comercio y crear el agravio comparativo de las largas listas de espera.
Sobre todo convertirá en normal que una mujer bajo precio,
pues a ver quién limita la compensación, esté dispuesta a concebir un hijo para
otro, mercantilizando esa función, alienándola para que entre en un mercado que
ya sabemos cómo funciona, con granjas de mujeres en el Tercer Mundo.
Tenemos pues la completa mentira. Por un lado no hay
subrogación, pues esta supone colocarse en la posición jurídica de un tercero,
y no puede hacerse de forma personalísima. No se quiere una posición jurídica
sino un vientre que se reduzca a una función biológica. Es posible que la
técnica prefiriese una solución aún más técnica con una gestación perfectamente
artificial. Pero de momento esto no es posible y siempre será más barato, más
natural, más seguro explotar los altruismos.
Por otra parte no hay maternidad pues la acción jurídica
elimina la maternidad hasta de nombre, creando una ficción jurídica por la que
la madre no es madre.
Las comparaciones con la adopción son odiosas y en todo caso
pondrían de manifiesto el lado oscuro de algunas adopciones internacionales,
que son vigiladas precisamente por eso. Nos encontramos no ante la búsqueda de
una madre para un hijo abandonado, o ante la solución a un caso siempre n
interés del menor, donde el derecho sirve de instrumento para resolver unas
situaciones donde el acento se pone en el niño. La idoneidad del niño, su
calidad, su origen racial no son relevantes en el expediente, es el adoptante
el sujeto a escrutinio. Su deseo es relevante en cuanto sirve para colmar una
situación. No hay derecho a adoptar en sentido estricto. En el vientre de
alquiler el menor ve rotos su lazos con su madre con el único objeto de colmar
un deseo que no es respetable en cuanto implica esta exigencia. Reducida a objeto técnico la gestación, el
menor entra en todo el proceso de calidad del producto adquirido. En este
sentido la propaganda de las agencias de explotación dice más que cualquier
argumento, que cualquier exposición de motivos. La calidad de la mujer y la
calidad del producto tienen las condiciones de las ferias ganaderas.
Para quienes creemos que la causa de la decencia es ahora la
búsqueda del Convenio Internacional de Prohibición, la Proposición no es una
ley entre tantas sino una toma de postura por la mercantilización. Esto no es
una opción moral particular, como se pretende en el debate de la pluralidad
moral, sino crear un derecho cuya contraprestación es una especial forma de
explotar a las mujeres y sus hijos.
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