domingo, 30 de abril de 2017

Profesor Universitario: el destino del fámulo.

La culpa es nuestra. A media que aceptábamos el filisteísmo se debilitaba el sentido de nuestro trabajo. Si el fin es la práctica, la integración en el sistema productivo, nosotros somos, salvo excepciones, los fracasados que no han logrado integrarse en él. Los que enseñan en cuanto no saben trabajar en el mundo práctico. Si la empresa es el referente, muchos de nosotros somos los huídos de ella, bien por incapacidad, bien por esnobismo. Cierto es que algunos prácticos sobreviven entre nosotros; lo desconcertante es que aún cuando ellos valoran la enseñanza por encima de sus otras habilidades, pienso en mi padre que jamas presumía de su condición de presidente de una patronal, ahora se les valora principalmente por esa actividad.
Somos fámulos de la empresa y por extensión del alumno. Doblemente fámulos. O será que los alumnos al vernos tan filisteos, tan en nuestro papel de sirviente, nos identifican con ojo certero. Al renunciar al esfuerzo del saber, perdemos su autoridad, la que sólo ésta entrega y nos vemos condenados a la condición servil de las encuestas, las valoraciones, dirigidas por la pedagogía que controlan otros, pues hemos renunciado a que nuestro amor a la sabiduría nos justifique.
No podemos quejarnos. Somos víctimas de un mal antiguo; dice JJL que ya lo vió Platón: "En semejante situación, el maestro teme a los alumnos a quienes adula, y los estudiantes, aprovechándose de sus maestros, hacen de ellos sus sirvientes. Y en general los jóvenes copian a las personas mayores y compiten con ellas en sus discursos y en los actos, en tanto los ancianos se rebajan al nivel de los jóvenes e incitan a los jóvenes rebosantes de afabilidad y encanto, pues no quieren aparecer desagradables o despóticos". República VIII.

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