domingo, 30 de octubre de 2016

Arrepentimiento.

Cercana la vejez uno puede preguntarse los rumbos que desde la adolescencia han podido ser equivocados. Acuciando el tiempo, puede considerar lo que realmente ha sido una perdida de tiempo.
Repasando mis lecturas, puedo, en efecto, arrepentirme de algunas, por acción o por omisión; por esta segunda razón son muchísimas. Pero tengo la esperanza de rellenar algunas lagunas en estos años. Pero en general el tiempo dedicado a leer no lo lamento ni en el mas tedioso de los libros.
Lo escrito, por supuesto, merece un juicio mucho mas duro. La mayoría es tan prescindible que apenas sirve ni como entrenamiento. El denominado rigor académico mató lo que de espontáneo o lúdico había en lo que escribía demasiado pronto. El desentrenamiento ha sido feroz. Soy capaz de producir un artículo con standard de revista en horas, pero me cuesta un mundo confesar lo que pienso.
Pero si hay algo de lo que arrepentirse es del tiempo dedicado al activismo primero y a la apologética después. Hasta que no topé con Gómez Dávila no me di cuenta que lo único importante es la lucidez y que si no se debe intentar enseñar nunca, al menos, si se cae en esa tentación, hay que esperar a aprender algo.

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