En un momento, tanto político como social, en el que prima sobre
todo la imagen, el lema y el pensamiento único y conscientemente frívolo de la
posmodernidad, la contundente crítica y la enmienda a la totalidad que realiza
Gómez Dávila en sus escolios confirman la situación de urgencia en que nos
encontramos. En el pormenorizado análisis que se realiza en estas páginas, y
después de presentar al autor, se expone la crítica de Gómez Dávila a los
dogmas democráticos. No estaba muy equivocado el pensador colombiano, como
sostiene Serrano, cuando detectaba en la religión democrática la semilla de
todos los males y advertía de cómo había ido sustituyendo paulatinamente la fe
en la trascendencia. Esta opinión no supone denigrar la forma política
democrática. Simplemente denuncia su emplazamiento ilegítimo cuando intenta
ocupar el centro de referencia del sentido, por decirlo en términos
filosóficos, y usurpando el puesto de lo sobrenatural. Pero es que, además,
cuando todo es democrático, de alguna manera nada lo es y el hombre termina
siendo menos libre y aherrojándose en brazos de un paternalismo incompatible
con su libertad.
Se equivocaría quien viera en Gómez, Dávila solo a un destructor.
Sigue, es cierto, la estela combativa de Nietzsche; retoma y actualiza el gusto
por la paradoja y las contradicciones. Socava las apariencias y a veces es tan
sutil que, a un lector poco atento, le puede parecer superficial. Sin embargo,
aceptando la invitación a profundizar en su obra que nos oferta este ensayo,
tiene también mucha hondura filosófica. Sus ideas sobre las religiones
políticas y la herencia teológica de algunos conceptos políticos ya
secularizados le emparen- tan con autores de la talla de C. Schmitt o E.
Voegelin y hacen imprescindible su pensamiento para entender la génesis y
configuración cultural de nuestras sociedades.
¿Cuál es la causa de ese nihilismo que, ya en el título, se
hermana con la democracia? La entronización del individuo, la victoria de la
inmanencia sobre lo trascendente, causa la pérdida de sentido. Ya lo vio
Kierkegaard de un modo magistral en su análisis sobre la enfermedad mortal, la
desesperación. Gómez Dávila sigue la estela de este y otros pensadores poco
considerados en el ámbito de. los profesionales de la filosofía, pero con
suficiente envergadura cómo para estar situados junto a los autores canónicos. También como el pensador danés, Gómez Dávila detectó que esa pérdida de
referencias no libera al hombre, sino que lo esclaviza. La crítica a la
excesiva penetración del estado en las esferas individuales y á lá pérdida de
independencia del ciudadano constituyen, en esté sentido, una constante en la
obra del escritor colombiano.
Por
ello, pese a detectar con tanta agudeza los motivos de la crisis intelectual de
nuestro tiempo, y pese a mostrar a veces una rapto escéptico, la mirada de
Gómez Dávila no es desesperanzada. Quien con tanto detalle denunció la religiosidad
dogmática de una modernidad que había renunciado a lo sobrenatural, se aferra
a la trascendencia para huir tanto de ese nihilismo pesimista clásico como del
nue: vo pesimismo esteticista que nace con Nietzsche. Quien quiera
adentrarse en la obra de Gómez Dávila hallará aquí una generosa invitación;
quien la conozca, se dará cuenta de lo mucho que tiene que aprender con su
relectura.
Josemaría Carábante
Toda la razón. prima la imagen por tanto TODO ES UNA FALSEDAD y podría decirse Todo porque es tan poco lo auténtico que casi ni existe.
ResponderEliminarMuy significativo y de valiosa interpretación: " y usurpando el puesto de lo sobrenatural.". Francisco Ayala tiene una obra con el título " Los Usurpadores", es una imagen a tener en cuenta, en la Historia siempre ha existido.
No es poco lo señalado en este artículo: " La entronización del individuo, la victoria de la inmanencia sobre lo trascendente, causa la pérdida de sentido".
De grandiosa importancia: " Socava las apariencias y a veces es tan sutil que", lo hace la vela o candelabro.