Me han contado que al cabo de los años y después de haber
vendido cientos de libros a una editorial determinada, nuestro profesor despertó del sueño de la razón debiéndole dinero a la
editorial y viendo como esta le reclamaba 32 euros de unos ejemplares de los propios
libros que tomó, probablemente, para su difusión, hace ya muchos años. Creo que la
revelación debe recibirse como un relámpago iluminador de hasta qué punto los
autores hacen el canelo, creyendo que han colocado un libro difícil al
editor, o le han forzado a muchas correcciones o se han retrasado en esta u
otra entrega del texto etc. Todo es una vana presunción. Si algunas editoriales
pagan el coste de la edición corta con los 100 primeros ejemplares, el vendedor
de 1000 libros, por ejemplo, les ha dado 900 de ventaja pero esos 900 no valdrán
ni para cubrir 15 que pida extra para intentar que algún amigo lo reseñe o
recensione. El negocio queda claro, quien publica , salvo en los viejos tiempos del
negocio textil que decía Albadalejo, lo hace por la vanidad de aparecer, tal como le sucede a los denostados amateurs. Para el editor es un pardillo dispuesto a darse la paliza por la esa misma vanidad. El
amateurismo timbre de honor, consagración del ocio creativo, no es por tanto
más que un paso hacia el carnero degollado.
El profesor en las actuales circunstancias, y salvo cuando
produce textos, es un amateur que se cree profesional y que puede hacerse la
ilusión de estar en una tarea común con su editor. Realmente, la comunidad, salvo raras excepciones, es en realidad
un contrato de explotación. De vez en cuando creemos que nos venga uno u otro
amigo que ha colocado un libro ilegible que ha permanecido entero en las cajas
de la distribuidora. Vana ilusión, esta venganza realmente prepara la nueva
vuelta de tuerca del próximo contrato, que con desdén fatuo no se ha mirado
hasta sus últimas líneas. ¿Debió negociar? ¿Superar la pereza o la humillación de andar dando vueltas? No sé,
quizá no hay nada que hacer y tan solo queda el consuelo tan gomezdaviliano
de adquirir la necesaria lucidez sobre nuestra precaria condición.
¡Eah, Señor Serrano yo que tenía la ilusión de poder publicar aunque fuera un pequeño librillo de poemas, ya he visto la realidad, y lleva el artículo mucha razón!, me ha gustado lo de la " Vana Presunción" y la " Vana Ilusión" , yo sí que tengo de esta última...
ResponderEliminarTendremos que consolarnos con adquirir la necesaria lucidez de D. Colacho sobre nuestra precaria condición y tan precaria, y los que aparentan no tenerla, no sé...no sé...
¡Yo por mí no tendría ni la pequeña lucidez, Señor Serrano, que disgustos nos trae al corazón apenándolo del todo!