jueves, 19 de noviembre de 2015

Creciente represión moral. en Actuall.

Quien haya seguido la historia de las revoluciones, especialmente de la Gran Revolución Francesa, puede atestiguar que los procesos revolucionarios siempre han venido acompañados de una fuerte represión. Aunque las revoluciones tratan siempre de como ocupar el poder, a veces ocultan su propósito con el cambio de costumbres o con el apelativo de cultural.
No podemos engañarnos, es precisamente en estas donde aumenta la represión. Por poner un ejemplo no muy lejano en su libro El traje nuevo del emperador Mao Simón Leys nos relata cómo el proceso que se denominó precisamente Revolución Cultural en China se tradujo en una enorme masacre, precisamente en el campo de la cultura.

Era pues de esperar que la denominada ‘Liberación sexual’ que ha acompañado a la Revolución del 68 se tradujese en un aumento de la represión, primero suave, soft como dicen los anglosajones, con ese desacreditar al discrepante que ha marcado la línea de lo políticamente impuesto, luego con la pura represión jurídica cada vez más agobiante.
La acción represora había sido ya observada en el superviviente de la Revolución soviética y exiliado en París, León Chestov. En su Apoteosis de lo infundado describe el proceso de la imposición moralista y sus exigencias, que van desde la aniquilación del adversario a la denuncia ante toda la sociedad, que debe volverse cómplice de la represión, y llega  el reconocimiento de su culpa por el culpable, que lo es precisamente en cuanto castigado.
Las palabras del judío de Kiev son proféticas: “Las personas morales son las más vengativas, y utilizan su moral como la mejor y más refinada herramienta de venganza. No se contentan simplemente con despreciar y condenar a sus prójimos; lo que ellas quieren es que su condena sea universal y obligatoria, es decir, que junto con ellas todo el mundo se pronuncie contra el condenado para que incluso la propia condena de éste quede de su lado”.
Era pues predecible que cuanto más alejada de la realidad presente fuera la pretensión de los utópicos, desde la aniquilación del matrimonio a la destrucción de la deontología médica,desde la supresión de la figura paterna a la condena de toda la tradición occidental, mayor sería la dosis de represión que habría que aplicar, primero contra la expresión, luego contra el propio pensamiento.
No debe engañarnos el hecho de que toda vuelta de tuerca en la esclavitud de los hombres ha venido acompañada de la llamada a un nuevo derecho, a una liberación.
La libertad de expresión en las universidades está presionada por la necesidad imperiosa de imponer la nueva visión moral
La razón por la que la propia libertad de expresión o de cátedra está tan presionada entre nosotros, especialmente en las universidades, es la necesidad imperiosa de imponer la nueva visión moral. Sostenerla es posible sólo mediante una represión semitotalitaria que comienza con el procedimiento del señalamiento y la exclusión, y sigue con el despido, la prohibición de acceso a determinadas profesiones o las sanciones económicas e incluso de cárcel.
No se trata de ser catastrofista para llamar a la acción, como dijo Gómez Dávila nos cabe la tarea de predecir desde el primer acto los cadáveres del tercero. En este sentido basta un recorrido sobre la presión de las instituciones internacionales sobre determinados estados africanos, de la prohibición a las comadronas no abortistas de trabajar en países como Suecia, del intento de reducir la libertad educativa en España, de la prohibición del debate sobre la ideología de género, de la purga de representantes pro-vida en los partidos políticos para observar los efectos de tanto beneficente moralismo.
Por ello quien crea que esto se resuelve con una llamada más o menos bobalicona a la buena voluntad de todo el mundo, especialidad eclesiástica que sorprende en instituciones con tanta historia, o con un vive y deja vivir, que ignora la firme voluntad represora de nuestros “liberadores”, es un bobo al que no le queda siquiera el dulce consuelo de la lucidez, de conocimiento de lo que ocurre, de la libertad de poseer la propia vida, sin que la vida nos viva.

1 comentario:

  1. Genial: " es un bobo al que no le queda siquiera el dulce consuelo de la lucidez, de conocimiento de lo que ocurre, de la libertad de poseer la propia vida, sin que la vida nos viva.".


    Todo es sencillo quizás de explicar, Mozart vivía dos paisajes muy diferentes y contradictorios, de ahí las disputas con su Padre que le decía la verdad de la sociedad. Mozart tenía un " Determinado Corazón, paisaje interior", muy confiado con todos los demás, al otro lado, el otro paisaje brutal de los individuos, sedientos de intereses y envidias, al que su padre le hacía referencia del que tenía que tener cuidado Mozart...pero el gran músico terminó sin echar cuenta de su padre...su Corazón mandaba...Corazón Benévolo.

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