jueves, 1 de octubre de 2015

Hoy en la Razón. Una Ley al final de la vida.

Atención al final de la vida: Muerte digna y vida digna. Por José Miguel Serrano Ruiz-Calderón.

No es mi propósito en este artículo sustituir el juicio de quienes tienen los datos concretos sobre un caso determinado. Menos impartir clases de ética a quienes sufren el desconcierto propio de quienes asisten al sufrimiento de los inocentes; los niños cuyas circunstancias y destino producen algunas de las grandes preguntas con difícil respuesta, tal como por ejemplo leemos en el debate sobre el sufrimiento de los inocentes en la genial obra de Dostoievski, Los Hermanos Karamazov.
Pero el desconcierto y el afán de no juzgar, no puede impedirnos intervenir en el debate público en aquellos aspectos que desde mi punto de vista muestran algunos defectos de la mentalidad contemporánea. En este punto, la recurrente aparición de grupos  en la reivindicación de una muerte digna que consiste en matar (o si se quiere sedar de forma contraindicada)  a quienes se encuentran en una situación de vida aparentemente sin sentido nos lleva a responder, sin juzgar en todo caso las circunstancias individuales o las decisiones médicas sobre casos en los que, como es natural y obligado jurídicamente no se conocen todos los detalles.
La primera apreciación es que toda persona, más un menor, por graves que sean las circunstancias en las que se encuentre tiene en su vida sufriente una dignidad inextinguible. En virtud de la misma merece un tratamiento adecuado que no puede consistir claro está, en la aplicación de cualquier medio prolongador de la vida por fútil que este fuere, sencillamente porque está a nuestra disposición. Pero igualmente está claro que no podemos prescindir de los cuidados mínimos de atención que merece todo enfermo hasta el final de su vida. Estos son en principio la alimentación y la hidratación, salvo en los caso en los que estas se encuentren contraindicados por generar mayores males en procesos que van a resolverse no por inanición o deshidratación sino por la evolución de la enfermedad.
Igualmente, casos como los que se han producido recientemente prueban la necesidad de desarrollar una atención paliativa, también pediátrica, por supuesto. En efecto si la acción médica no es sólo curar sino también cuidar y acompañar, la presencia de especialistas, e incluso de áreas de hospitales donde puedan desarrollarse estas atenciones finales es una exigencia ineludible de la atención sanitaria.

En este sentido reclamamos de nuevo el desarrollo de una ley nacional de atención al final de la vida que unifique los criterios y evite la manipulación a la que muchas veces se ven expuestas estas situaciones. 

1 comentario:

  1. Muy de acuerdo con el párrafo último. En cuanto a sedar no lo considero " Matar", ¡ quién es quien para decidir sobre la vida de alguien!, y si yo estuviera hecha un vegetal pues preferiría no seguir mantenida, así que unos padres como personas tienen derecho a decidir sobre su hija, bastante difícil es decidir en estos casos, la verdad.

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