Atención al final de la vida: Muerte digna y vida digna. Por
José Miguel Serrano Ruiz-Calderón.
No es mi propósito en este artículo sustituir el juicio de
quienes tienen los datos concretos sobre un caso determinado. Menos impartir
clases de ética a quienes sufren el desconcierto propio de quienes asisten al
sufrimiento de los inocentes; los niños cuyas circunstancias y destino producen
algunas de las grandes preguntas con difícil respuesta, tal como por ejemplo
leemos en el debate sobre el sufrimiento de los inocentes en la genial obra de
Dostoievski, Los Hermanos Karamazov.
Pero el desconcierto y el afán de no juzgar, no puede
impedirnos intervenir en el debate público en aquellos aspectos que desde mi
punto de vista muestran algunos defectos de la mentalidad contemporánea. En
este punto, la recurrente aparición de grupos en la reivindicación de una muerte digna que
consiste en matar (o si se quiere sedar de forma contraindicada) a quienes se encuentran en una situación de
vida aparentemente sin sentido nos lleva a responder, sin juzgar en todo caso
las circunstancias individuales o las decisiones médicas sobre casos en los
que, como es natural y obligado jurídicamente no se conocen todos los detalles.
La primera apreciación es que toda persona, más un menor,
por graves que sean las circunstancias en las que se encuentre tiene en su vida
sufriente una dignidad inextinguible. En virtud de la misma merece un
tratamiento adecuado que no puede consistir claro está, en la aplicación de
cualquier medio prolongador de la vida por fútil que este fuere, sencillamente
porque está a nuestra disposición. Pero igualmente está claro que no podemos
prescindir de los cuidados mínimos de atención que merece todo enfermo hasta el
final de su vida. Estos son en principio la alimentación y la hidratación,
salvo en los caso en los que estas se encuentren contraindicados por generar
mayores males en procesos que van a resolverse no por inanición o
deshidratación sino por la evolución de la enfermedad.
Igualmente, casos como los que se han producido
recientemente prueban la necesidad de desarrollar una atención paliativa,
también pediátrica, por supuesto. En efecto si la acción médica no es sólo
curar sino también cuidar y acompañar, la presencia de especialistas, e incluso
de áreas de hospitales donde puedan desarrollarse estas atenciones finales es
una exigencia ineludible de la atención sanitaria.
En este sentido reclamamos de nuevo el desarrollo de una ley
nacional de atención al final de la vida que unifique los criterios y evite la
manipulación a la que muchas veces se ven expuestas estas situaciones.
Muy de acuerdo con el párrafo último. En cuanto a sedar no lo considero " Matar", ¡ quién es quien para decidir sobre la vida de alguien!, y si yo estuviera hecha un vegetal pues preferiría no seguir mantenida, así que unos padres como personas tienen derecho a decidir sobre su hija, bastante difícil es decidir en estos casos, la verdad.
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