jueves, 19 de marzo de 2015

Ortega, Volpi, cristianismo y democracia.

Con generosidad me dedica Juan Malpartida casi media pagina en el cultural del ABC. Mas exactamente se lo dedica a mi libro que gracias a él, y antes a Belén Velasco en la Razon, o a Arancha Moreno en la Gaceta o Quino Rivera , y luego a Tamarón rompe el mayo riesgo del libro:  perderse en su caja para ser guillotinado o finalmente saldado.
Soy consciente por mi pasado militante en bioética que el merito no es mio sino del atractivo de don colacho en autores tan diversos, cadáver exquisito que puede dar lugar a tantas lecturas como puntos se encuentran en la composición puntillista.
Precisamente por esa pluralidad no debe pensarse que quienes nos acercamos a una lectura literal de los escolios o incluso navegamos por los textos implícitos que creemos haber encontrado, de forma tentativa, conscientes de la imposibilidad de reproducir en nuestras lecturas el universo de lecturas de Gomez Davila( nuestro mapa renuncia de partida al perfecto e imposible mapa que describiera Jorge Luis Borges,) pensemos en asediar a don colacho.
Don colacho era cristiano y esto explica y define la base de su actitud superadora de un nihilismo al que estaría abocado si no fuera por ese detalle. Por supuesto su brillante descripción del tedio contemporáneo  lo hace extraordinariamente atractivo a autores como Savater que se habían acercado a Cioran o a quienes como Franco Volpi podían desde su perfecto conocimiento de Aristóteles o de Heidegger encabezar cada capitulo de su nihilismo con un escolio gomezdaviliano. Le ocurre, si se me permite,  los mismo que a Dostoievski, tantas veces mas convincente en su definición de los revolucionarios nihilistas que en la que hacia de los cristianos renacidos.
Si, por cierto, cito la no inclusión de obra alguna de  Ortega en el diccionario de obras filosóficas de Volpi y la inclusión de los Escolios a un texto implícito  no fue por menosprecio de aquel sino por aprecio de don Nicolás. Este no valora mucho a Ortega como filosofo, al menos explícitamente en Notas, pero si lo aprecia como prosista, renovador decisivo de español,  hasta el extremo -como ha indicado Tamaron y también me señalo Iturmendi- de tomar su critica del diplomático casi culto etc para definirse a si mismo.
Cuestión aparte es lo de la democracia. Gómez Dávila es irrecuperable para la misma empezando por su definición de la religión democrática y siguiendo por el hecho de que piensa que las libertades son los limites aristocráticos liberales que surgidos con anterioridad a la aplicación del principio democrático intentan muchas veces inútilmente limitarlo. Su estricta confianza en el derecho consuetudinario y en la tradición efectiva del ejercicio del derecho por personas, minorías, habituadas a ello, le ponían en contra de las sucesivas generaciones de derechos humanos. El no vivió aun el pleno predominio de lo políticamente impuesto que ha roto la ficción de que se tolera decir todo en cuanto todos pensamos lo mismo.
De su juicio sobre las democracias la gran cuestión es si estaba en lo cierto al afirmar que exigía adorar al hombre y por tanto matar a Dios. No he visto argumentos estos días que permitan aseverar que estaba equivocado.
Por supuesto el propio don colacho compartía la ironía de Churchill sobre la supervivencia de la democracia debido a la incapacidad de sus críticos de ofrecer un sistema alternativo mejor.


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