La tentación eugenésica. Por José Miguel Serrano.
Aparentemente la cuestión tiene una solución razonable. Se
trata de volver al 85 y reconocer el aborto eugenésico, hoy embriopático. A
ello ayuda el informe del Consejo General del Poder Judicial, algunos votos
particulares del Comité de Bioética de España y parte minoritaria del Consejo
Fiscal. Todo el mundo entiende que la
presión de la carga de una grave deficiencia, al menos posible, debe
considerarse a la hora de legislar. E incluso quienes han hecho de una “tercera
via” en el aborto su justificación para mantenerse en la poltrona ayudarán a
entender la nueva posición.
Pero esta solución que “adelantan” algunos medios, buscando
la predicción que se cumple a si misma, tiene sus inconvenientes. El primero es
indudablemente olvidar el compromiso de la reforma, borrar los bien redactados
párrafos en los que se argüía que no es posible en nuestro tiempo y con los
compromisos firmados por España discriminar entre fetos en atención a las
malformaciones previsibles en los
mismos. No es menor el inconveniente que
se produce también , si atendemos a las explicaciones sobre el aborto
eugenésico en la jurisprudencia constitucional, cuando reconocemos que el
Estado Social 36 años después no ha podido superar la falta de apoyo a las
discapacidades que, según el parecer del 85,
podían justificar temporalmente el grave conflicto al tener noticia de
una deficiencia.
Y luego viene la cruda realidad que se extiende no sólo en
Alemania, que inventó que el aborto eugenésico no es eugenésico, sino en
Francia o España; el hecho que de forma creciente el nacimiento discapacitado
se considera una desgracia insalvable. Se produce así la paradoja contemporánea: mientras el discurso oficial sobre la
discapacidad va en un sentido la realidad evoluciona en otro, de forma que
cuando vemos a un niño discapacitado alguien puede pensar que hubo no un
acierto, sino un error de opción en su familia. Si se trata de hablar de
imposiciones lo real es que la eugenesia se impone de forma creciente, se
moraliza. Evitar esto en una Ley no es sencillo, pero el Anteproyecto intentaba evitarlo y justificaba la opción
próvida. Por eso nos gusta, y no uso todavía el pasado, a algunos.
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