miércoles, 23 de abril de 2014

Mea culpa. El error de los textos.

La libertad humana esta limitada por las consecuencias inevitables de nuestros actos. Muchas veces esto se manifiesta en una opción. Si optamos por algo suele ser incompatible con otra opción; si sabemos algo es absurdo comportarse como si no lo supieramos. De forma que padecemos las consecuencias de nuestros errores,  y nuestras desgracias son, también muchas veces, previsibles por nosotros aunque, como diría don Colacho, tendemos a atribuirlas a la injusticia o a la mala suerte.
Cuando  alguien sabe que la Universidad se ha convertido en un centro expedidor de títulos profesionales mas o menos habilitantes y ha visto  que la formación se ha alejado de la lectura de autores, de textos clásicos para reducirse a la diapositiva y el apunte, es banal y contradictorio pretender introducir el sistema de la lectura de los grandes libros o de los `pequeños textos. Apenas sirve para disfrazar la propia labor y convencerse que uno no es taxidermista de las ideas, como diría Gómez Dávila, ni le pagan por ser neutral, como espetaba Ciorán.
Por otra parte el experimento está destinado al fracaso al menos por dos motivos. El primero es la sustitución del libro por el fragmento. Es una estafa. Dos textos de Tucídides no dan idea de la  riqueza de la Historia de la Guerra del Peloponeso,  y un fragmento de la Apología no dice nada de Platón. Si se es radical hay que ser radical y leer la obra completa. Por otra parte, convencido de que el conocimiento viene transmitido  de una soledad que lo ofrece  a otra soledad que lo recibe, no hay mayor error que pretender   desde un estrado pasarle  a 100 prisioneros lo que sólo una mano puede trasladar a otra.
Quedan los textos recogidos en el blog antibioetica como resto del vano intento. Vuelva lo esotérico a su sitio y el "modus vivendi" al suyo. 

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