sábado, 15 de diciembre de 2012

Newtown Conneticut.

Casi todo el mundo se pregunta por la libre posesión de armas. Un rifle y dos pistolas. Pero ante lo sucedido  en Newtown, precisamente en estas fechas previas a Navidad es imposible no hacerse la terrible pregunta de Ivan Karamazov. ¿Como un Dios bueno puede permitir el sufrimiento de tantos inocentes? Y que terrible armonia puede esperarse de la reunión y el perdón del verdugo y la víctima:

Escucha si todos hemos de sufrir para comprar con nuestro sufrimiento la eterna armonía ¿que tienen que ver con ello los niños? ¿Puedes explicarmerlo, por ventura? Es totalmente incomprensible por que han de sufrir ellos también y por qué han de contribuir  con sus sufrimientos al logro de la armonía. ¿Por qué han de servir de material para estercolar la futura armonía sabe Dios para quien? Comprendo la solidaridad de los hombre en el pecado, también la comprendo en el castigo, pero no se puede hacer solidarios a los niños en el pecado, y si la verdad está en que ellos son, en efecto, solidarios con sus padres en todas las atrocidades por estos cometidas, tal verdad no es, desde luego, de nuestro mundo, a mi me resulta incomprensible. Algún guasón dirá, sin duda, que de todos modos el niño crecerá y tendrá tiempo sobrado para pecar, pero ese no creció; a los ocho años lo despedazaron los perros. ¡Oh, Aliosha, yo no blasfemo!

Fiodor M. Dostoievski. Los hermanos Karamazov .Libro V, IV

Recuerdo lo que vimos de Benedicto XVI:

 Spe Salvi 42.
Ahora bien, si ante el sufrimiento de este mundo es comprensible la protesta contra Dios, la pretensión de que la humanidad pueda y deba hacer lo que ningún Dios hace ni es capaz  de hacer es presuntuosa e intrínsecamente falsa. Si de esta  premisa se han derivado las mas grandes crueldades y violaciones de la justicia no es fruto de la causalidad sino que se funda en la falsedad intrínseca  de esta pretensión. Un mundo que tiene que crear su justicia por si mismo es un mundo sin esperanza. Nadie ni nada responde del sufrimiento de los siglos. Nadie ni nada garantiza que el cinismo del poder, bajo cualquier seductor revestimiento ideológico que se presente no siga mangoneando el mundo.



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