Responsabilidad
colectiva.
No
podemos dudar que desde un punto de vista moral la responsabilidad individual
supone un notable avance sobre la responsabilidad colectiva, entendida en este
caso como la necesidad de dar cuenta como miembros de un grupo de los actos de algunos
pertenecientes al mismo. La Antigüedad, sin embargo, se inclinaba claramente
por la segunda opción, aunque sólo fuera para asegurar que el malvado pagaba
finalmente sus acciones, él, sus hijos o los hijos de sus hijos. De la misma
forma que socialmente se respondía como
grupo, también como grupo se responde ante los dioses.
La duda
que personalmente me asalta es si, al margen de las consideraciones morales, la
versión antigua no describe mas exactamente lo que acontece en la realidad. Al
margen de culpabilidades todos respondemos por los errores de quienes no
dirigen, y todos pagamos, con dureza, lo quieran o no lo quieran los dioses.
Solón se inclinó por deducir que los actos de la ciudad sin justicia
provocarían inexorablemente su ruina, y que ni la más alta valla protegería al
que se encontrara
Es más
sirve de poco consuelo el acierto de quienes se lo ven venir. Estos tienen que soportar la misma rabia que
Casandra, acertar y observar como lo demás no hacen caso. Quienes vieron la
burbuja inmobiliaria, el fraude de las hipotecas, la desmesura bancaria, pagan
prácticamente como quienes se zambulleron en la gran fiesta, que se llamo la fiesta española.
Cierto que el prudente quizás resultó menos pillado pero a la postre ha visto
los activos fundirse, ha pagado el “responsable” salvamento de la banca
irresponsable, ha pagado sus impuestos, elevados para cubrir la desmesurada deuda construida por otros. Si es empleado público, finalmente, cobra
menos, incluso menos que quienes tomaron las decisiones o se enriquecieron.
Esta
dura realidad se ve acompañada, sin embargo, por el cinismo de quienes cubren los
abusos realizados, moralizando las terribles consecuencias. Así se lee que
todos vivíamos por encima de nuestras posibilidades, o que todos actuábamos con
desmesura. Esto es rigurosamente falso. El sistema de recalificación, elevación
del precio del suelo, tasación claramente elevada, hipoteca de por vida, activos
sobrevalorados beneficiaba a algunos, sólo a algunos, y no era a quienes de forma creciente tenían
que obligarse para siempre a pagar una vivienda donde vivían y de la que se
decía que se revalorizaba.
Es
cierto que todos pagamos con dureza, pero es falso que todos sean responsables.
Destacable publicación profesor, que me transporta y conecto momentaneamente a las tesis de Garcia de Enterria que otorga más notoriedad a los principios rectores de la política económica y social.
ResponderEliminarUn saludo :)
Será hora ya de que nos emancipemos de las cadenas que nos atan a esta condena, pero sólo una “ciudad” (fenómeno que se conoce hoy en día como sociedad) buena en sus virtudes, aunque fuese sólo en sus pretextos, UNIDA en su objetivo, puede depravarse de semejante castigo colectivo. El intento de quebrar con un patrón y fomar un estado separatista aparte no puede contribuir al bien del colectivo.
ResponderEliminarEs hora ya (y tarde) de que la “ciudad” se secularice de las doctrinas que implantan los “tiranos” de la misma como único dogma del hombre, el capitalismo desfrenado e incontrolado, y reforzar las virtudes buenas y humanas, para evitar que el homo sapiens se rediculize a sí mismo por no saber utilizar el “sabio” que lleva en su nombre.
Nos podemos tomar un ejemplo en los griegos y sus virtudes cardinales, los cuales amparaban dentro de sus ideales educativos las mejores capacidades de cada uno y las que se debe aprender (hoy más que nunca).
Intentar enseñar a las nuevas generaciones unas doctrinas axiológicas debe ser fruto del trabajo de cualquier estado y sus líderes, pero hiendo por delante con buen ejemplo.
Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza deberían constituir un principio de ideales en los que el sujeto debe tomar ejemplo y regirse con él.