viernes, 13 de julio de 2012

"Las religiones políticas en la crítica de Eric Voegelin y Nicolás Gómez Dávila. Una lectura de Rousseau" I

Comienzo a colgar el texto de la Conferencia del día 12 de julio en Málaga. Por si a alguien entretiene.

"Las religiones políticas en la crítica de Eric Voegelin y Nicolás Gómez Dávila. Una lectura de Rousseau"
Debo indicar que cuando se me planteo la participación sustitutiva en el curso sobre la obra de Rousseau el único centenario en el que me encontraba era el del pensador colombiano Nicolás Gómez Dávila. La relación del escoliasta bogotano con el autor del contrato social parecía puramente antagónica, en cuanto Gómez Dávila se significaba por haber sido desde una óptica reaccionaria un severo crítico de la religión democrática. Era aparentemente sencillo vincular la religión democrática como la define don Colacho con la religión civil rusoniana y entonces la ecuación era fácil. Bastaría una contraposición, arrimando el ascua a mi sardina, y asunto resuelto.

Dos datos, sin embargo, complicaban esta solución. Ambos surgían de dos cuestiones gomezdavilianas, que supongo que quienes no han tratado al autor de los  “Escolios a un texto implícito” les tendrán completamente sin cuidado, pero que a los interesados en el primer centenario  nos preocupan mucho.

Uno se refiere a cual era ese texto implícito al que se refería el conjunto de los comentarios o escolios del bogotano. Por razones que no vienen a cuento llegamos en Varsovia, ciertamente en acuerdo con autores que se acercaban a Gómez Dávila desde la lectura nihilista de Volpi, que no existía un solo texto implícito sino que estábamos ante un conjunto de escolios, cada uno a un texto implícito. Visto así convenía ver cual era la fuente de lectura de Gómez Dávila en su crítica a la religión democrática como un ateismo de base gnóstica.

No era dificil seguir la clave de quien en el siglo veinte pensaba que las religiones políticas lejos de ser una mera inmanentización del escalón cristiano o judío, como pensaba Karl Löwith, eran una inmanentización de la posición gnóstica. Se trataba evidentemente de Eric Voegelin que entre otras obras en Nueva Ciencia de la Política había hecho de las religiones políticas una consecuencia actualizada de la gnosis.

De nuevo el paralelismo podía trazarse pero  entraríamos en el debate, clásico en la lectura de Rousseau si sus posiciones político-religiosas conducían o no al fenómeno de las religiones políticas, o dicho de otra forma, la famosa vinculación entre Rousseau y la deriva totalitaria.
El propio Gómez Dávila había tomado partido en un conocido escolio donde parece asumir plenamente la imputación a Rousseau:
“Totalitarismo es la realidad  empírica de  la voluntad general”. (Nuevos escolios a un texto implícito)  pag 1084.

Por otra parte no podemos ignorar que Rousseau es el religioso de la ilustración y aunque tiene sus notas gnósticas, o sus rotundas raíces gnósticas, sobre las que volveremos, es quien mas alejado esta del ateismo, desde luego en las antípodas de Marx o Compte, claros exponentes de las religiones políticas.

La otra nota gomezdaviliana es la indudable simpatía, desde la discrepancia que Gómez Dávila sentía por Rousseau, casi comparable a la que sintió por autores como Nietszche o Schopenhauer. Esto de las simpatías en autores asistemáticos, y que no aspiran a construir un sistema es muy personal, pero algunas claves nos permiten ver que probablemente Gómez Dávila, como el propio de Maistre situaban a Rousseau como una excepción en su dura crítica antilustrada. Excepción muy extendida como es sabida y que ha sido muy bien resumida por Pierre Burgelin en su conocida obrita “Jean Jacques Rousseau et la religión de Genevé”.

“ Ce mesage de Rousseau nous les retrouvons paradoxalement partagé entre tous les courants de l’age suivant. Au temps de la Revolution francaise, le Contrat social proposera l’ideée d’un  renouvellement de l’humanite et la religión civil ene sera pas absent des tentatives de reconstruction. L’idealisme  allemand ne cessera de réflechir sur la Profesión de Foi du Vicaire savoyard et les rapports  de la religión avec la conscience morale. Le romanticismo méditera sur la loi deu coreur et retrouvera parfois, aprés les orages de la Revolution et de l’Empire, le christianisme traditionnel”. p 60

No puede extrañar que un reaccionario capaz de despertar la admiración de Savater o Volpi tenga esa peculiaridad tan admirativa de Rousseau. Además también el reaccionarismo tiene sus oscilaciones y Gómez Dávila pertenecía a esas  personas en la línea de Chateaubriand que mostrarón una fuerte simpatía hacia el romanticismo. De ahí por ejemplo la nula influencia de Maurras en Gómez Dávila, llamativa si se considera su formación francesa.

Otro elemento destacado del Gómez davilianismo, compartido con otros autores difícilmente encajables como Ciorán es su profundo orgullo de amateurs y desprecio al profesional, que une en cierta manera a ambos con sujetos como Rousseau, Schopenhauer y en cierto sentido Nietzsche.
  
Esta forma de vida planteó desde un principio una alternativa a la modernidad que se expresa, desde mi punto de vista, en una educación al margen de los cauces académicos y en una posición antipedagógica que, ahora que nos vemos asaltados por el tópico y la jerga de ese gremio, tiene un valor superior. Gómez Dávila en su vida y en su obra es plenamente alternativo en un sentido muy radical.[1]

Contando con los medios para llevar una vida plenamente ociosa, encarnó un apartamiento de la enseñanza reglada que no recibió, probablemente al principio por causas exteriores: una neumonía. Pero al formarse al margen del sistema de enseñanza, tampoco sintió la necesidad de integrarse en él. Todo esto genera un sujeto atípico, casi extraño a la edad contemporánea. Es cierto que ha habido personas similares, pero normalmente nos encontramos con automarginados lanzados a la bohemia y a un grupo. Gómez Dávila ni fue bohemio ni se integró en ningún grupo, tampoco sintió la necesidad de nomadismo que ha sido tan característica del hombre actual, más cuando tiene pretensiones intelectuales.



[1] Como dice Alfredo Andrés Abad Torres: “Siendo un imperativo constante el llamado a la secularización de la educación, es decir, a la implementación de una estructura pedagógica que supla los requerimientos de la modernidad, Gómez dávila contradice esa estructura teórica y prácticamente, educándose marginalmente, lejos del frenesí secular, conforme a una regla si se quiere monástica seguida con celo al interior de su biblioteca, plasma en su vida práctica una actitud coherente con las ideas que expone en contra de una modernidad ortodoxa en sus lineamientos, es decir, incapaz de admitir una línea marginal que evada el camino elegido por los derroteros esbozados a través de los metarrelatos modernos” (cf. Pensar lo implícito. En torno a Gómez Dávila”, Pereira, 2008, p. 50. Por cierto no se que hubiera pensado don Nicolas de toda esa jerga.

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