"Las religiones políticas en la crítica de Eric
Voegelin y Nicolás Gómez Dávila. Una lectura de Rousseau"
Debo indicar que cuando se me
planteo la participación sustitutiva en el curso sobre la obra de Rousseau el
único centenario en el que me encontraba era el del pensador colombiano Nicolás
Gómez Dávila. La relación del escoliasta bogotano con el autor del contrato
social parecía puramente antagónica, en cuanto Gómez Dávila se significaba por
haber sido desde una óptica reaccionaria un severo crítico de la religión
democrática. Era aparentemente sencillo vincular la religión democrática como
la define don Colacho con la religión civil rusoniana y entonces la ecuación
era fácil. Bastaría una contraposición, arrimando el ascua a mi sardina, y
asunto resuelto.
Dos datos, sin embargo,
complicaban esta solución. Ambos surgían de dos cuestiones gomezdavilianas, que
supongo que quienes no han tratado al autor de los “Escolios a un texto implícito” les tendrán
completamente sin cuidado, pero que a los interesados en el primer centenario nos preocupan mucho.
Uno se refiere a cual era ese
texto implícito al que se refería el conjunto de los comentarios o escolios del
bogotano. Por razones que no vienen a cuento llegamos en Varsovia, ciertamente
en acuerdo con autores que se acercaban a Gómez Dávila desde la lectura
nihilista de Volpi, que no existía un solo texto implícito sino que estábamos
ante un conjunto de escolios, cada uno a un texto implícito. Visto así convenía
ver cual era la fuente de lectura de Gómez Dávila en su crítica a la religión
democrática como un ateismo de base gnóstica.
No era dificil seguir la clave de
quien en el siglo veinte pensaba que las religiones políticas lejos de ser una
mera inmanentización del escalón cristiano o judío, como pensaba Karl Löwith,
eran una inmanentización de la posición gnóstica. Se trataba evidentemente de
Eric Voegelin que entre otras obras en Nueva Ciencia de la Política había hecho
de las religiones políticas una consecuencia actualizada de la gnosis.
De nuevo el paralelismo podía
trazarse pero entraríamos en el debate,
clásico en la lectura de Rousseau si sus posiciones político-religiosas
conducían o no al fenómeno de las religiones políticas, o dicho de otra forma,
la famosa vinculación entre Rousseau y la deriva totalitaria.
El propio Gómez Dávila había
tomado partido en un conocido escolio donde parece asumir plenamente la
imputación a Rousseau:
“Totalitarismo es la
realidad empírica de la voluntad general”. (Nuevos escolios a un
texto implícito) pag 1084.
Por otra parte no podemos ignorar
que Rousseau es el religioso de la ilustración y aunque tiene sus notas
gnósticas, o sus rotundas raíces gnósticas, sobre las que volveremos, es quien
mas alejado esta del ateismo, desde luego en las antípodas de Marx o Compte,
claros exponentes de las religiones políticas.
La otra nota gomezdaviliana es la
indudable simpatía, desde la discrepancia que Gómez Dávila sentía por Rousseau,
casi comparable a la que sintió por autores como Nietszche o Schopenhauer. Esto
de las simpatías en autores asistemáticos, y que no aspiran a construir un
sistema es muy personal, pero algunas claves nos permiten ver que probablemente
Gómez Dávila, como el propio de Maistre situaban a Rousseau como una excepción en
su dura crítica antilustrada. Excepción muy extendida como es sabida y que ha
sido muy bien resumida por Pierre Burgelin en su conocida obrita “Jean Jacques
Rousseau et la religión de Genevé”.
“ Ce mesage de Rousseau nous les
retrouvons paradoxalement partagé entre tous les courants de l’age suivant. Au
temps de la Revolution francaise, le Contrat social proposera l’ideée d’un renouvellement de l’humanite et la religión
civil ene sera pas absent des tentatives de reconstruction. L’idealisme allemand ne cessera de réflechir sur la
Profesión de Foi du Vicaire savoyard et les rapports de la religión avec la conscience morale. Le
romanticismo méditera sur la loi deu coreur et retrouvera parfois, aprés les
orages de la Revolution et de l’Empire, le christianisme traditionnel”. p 60
No puede extrañar que un
reaccionario capaz de despertar la admiración de Savater o Volpi tenga esa
peculiaridad tan admirativa de Rousseau. Además también el reaccionarismo tiene
sus oscilaciones y Gómez Dávila pertenecía a esas personas en la línea de Chateaubriand que
mostrarón una fuerte simpatía hacia el romanticismo. De ahí por ejemplo la nula
influencia de Maurras en Gómez Dávila, llamativa si se considera su formación
francesa.
Otro elemento destacado del Gómez
davilianismo, compartido con otros autores difícilmente encajables como Ciorán
es su profundo orgullo de amateurs y desprecio al profesional, que une en
cierta manera a ambos con sujetos como Rousseau, Schopenhauer y en cierto
sentido Nietzsche.
Esta forma de vida planteó desde un principio una alternativa a la
modernidad que se expresa, desde mi punto de vista, en una educación al margen
de los cauces académicos y en una posición antipedagógica que, ahora que nos
vemos asaltados por el tópico y la jerga de ese gremio, tiene un valor
superior. Gómez Dávila en su vida y en su obra es plenamente alternativo en un
sentido muy radical.[1]
Contando con los medios para llevar una vida plenamente ociosa,
encarnó un apartamiento de la enseñanza reglada que no recibió, probablemente
al principio por causas exteriores: una neumonía. Pero al formarse al margen
del sistema de enseñanza, tampoco sintió la necesidad de integrarse en él. Todo
esto genera un sujeto atípico, casi extraño a la edad contemporánea. Es cierto
que ha habido personas similares, pero normalmente nos encontramos con
automarginados lanzados a la bohemia y a un grupo. Gómez Dávila ni fue bohemio
ni se integró en ningún grupo, tampoco sintió la necesidad de nomadismo que ha
sido tan característica del hombre actual, más cuando tiene pretensiones
intelectuales.
[1] Como
dice Alfredo Andrés Abad Torres: “Siendo un imperativo constante el llamado a
la secularización de la educación, es decir, a la implementación de una
estructura pedagógica que supla los requerimientos de la modernidad, Gómez
dávila contradice esa estructura teórica y prácticamente, educándose
marginalmente, lejos del frenesí secular, conforme a una regla si se quiere
monástica seguida con celo al interior de su biblioteca, plasma en su vida
práctica una actitud coherente con las ideas que expone en contra de una
modernidad ortodoxa en sus lineamientos, es decir, incapaz de admitir una línea
marginal que evada el camino elegido por los derroteros esbozados a través de
los metarrelatos modernos” (cf.
Pensar lo implícito. En torno a Gómez Dávila”, Pereira, 2008, p. 50. Por cierto
no se que hubiera pensado don Nicolas de toda esa jerga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario