sábado, 3 de marzo de 2012

Infertilidad,. Artículo en La Razón.


En su discurso firme y bien trabado, que prueba una vez más la espléndida situación intelectual en la que se encuentra Benedicto XVI, el Papa clarificó a los miembros de la Academia para la vida la importancia de una aproximación humana al problema de la infertilidad.
Es decir, una consideración de  toda la riqueza de la persona humana que impida su reducción a mero producto de una acción científica. Junto a las palabras dedicadas a los científicos, que tienen una  especial responsabilidad en virtud de su conocimiento, Benedicto XVI insistió de nuevo en varios puntos que no por sabidos pierden su «novedad» respecto al materialismo contemporáneo.
Uno es que el  lugar digno de acogimiento del nacido es el matrimonio entre hombre y mujer, esto es el matrimonio; otro es que la forma digna de concebir esa persona llamada a la vida es la unión amorosa entre los esposos. Finalmente, Ratzinger, a la vez que recordaba que la lucha contra la esterilidad tiene como objeto devolver la capacidad procreativa a los esposos y no sustituirla, insistió en que el matrimonio estéril, por causas médicas, cumple plenamente su fin en el amor y donación entre los esposos que no deben sentirse disminuidos por su especial circunstancia.
En su lección comprensiva y completa  a la cuestión de la infertilidad, Benedicto XVI volvió a insistir en los puntos fundamentales que fueron señalados  por el fundador de la Academia, el Beato Juan Pablo II, aspectos que fueron seguidos con especial cuidado  por el primer presidente, el genetista francés Jerome Lejeune. Respecto a este último, tuvimos la alegría de saber  que en poco más de un mes se cerrará en París la fase diocesana de su causa de beatificación.
José Miguel Serrano
Profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Complutense de Madrid

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