martes, 30 de agosto de 2011

Benedicto XVI contra los Filisteos

En el momento de las productividades y las rentabilidades, de las reformas puramente técnicas, de la sumisión de la Universidad Benedicto XVI ha alzado su voz, apenas pues lo pausado de sus gestos trasluce a medias la rotundidad de sus palabras, para redimir a las Universidades y a sus integrantes de las amenazas del momento.
Para ello ha vuelto a pronunciar las palabras antiguas, casi perdidas de verdad y vocación. Vocación para transmitir y acercarse a una verdad que no poseemos, que no es nuestra sino que nos posee. Vocación del estudiante y del profesor universitario.
Esta recuperación de la Universidad frente a los tecnócratas, esta liberación del más simple utilitarismo, requiere el esfuerzo de transmitir lo recibido con amor. Amor a la verdad, unión de dos palabras que el relativismo separa con puros fines de manipulación, de dominio, de poder.
Había ecos de Platón en esta nueva llamada a la vocación universitaria, ecos que se difunden a través de toda nuestra tradición. Es muy posible que buena parte de las autoridades académicas de la cuantificación, los que nos han conducido a la situación actual, no entendieran nada. Pero en el corazón de muchos de los asistentes la palabras simples y sinceras recuerdan la razón profunda por la que algunos sentimos la llamada universitaria, primero como alumnos, luego como profesores.
Vaclav Havel, el gran resistente checo, nos decía que basta proclamar la verdad frente a la ideología para afirmar el poder de los sin poder. En unas pocas palabras, apenas en unos momentos, el Papa nos ha traído lo que ya sabíamos y, probablemente, habíamos olvidado

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