Mientras fuera con ratones.
Cuando se dió el paso decisivo de producir células
pluripotentes inducidas muchos suspiramos aliviados. La medicina regenerativa
tendría un método ético de producir células adaptables a cualquier
circunstancia a partir del propio sujeto. Se superaba así el riesgo de lo que
con acierto Oriana Fallaci llamó el canibalismo, esto es, la destrucción de un
sujeto humano, así consideraba ella al embrión como hacemos tantos otros, en
beneficio de la curación de otros.
La polémica en Estados Unidos fue intensa. La mayoría saludó
el paso de Yamanaka de producir IPS como un adelanto ético. La forma de
liberarse de la producción y destrucción de embriones. Unos pocos acusaron a
esta opción de ser hipócrita en lo que se refiere a la ética. En el fondo se
producían cuasi-embriones para solucionar el problema de la aparente
destrucción. Ciertamente quienes así hablaban pretendían que el que ellos
denominaban preembrión, es decir, el embrión humano antes del día 14 de
desarrollo no era más que un mero agregado de células.
Esto del día 14 era una convención establecida a partir del
informe Warnock para poder experimentar con embriones humanos. La convención
tuvo un notable éxito y así todas las legislaciones impiden el desarrollo de
embriones humanos in vitro más allá de ese tope. Este es el límite de la
experimentación, más allá se obligaba a la finalidad reproductiva y a la no
manipulación.
El caso es que la vía emprendida tuvo éxito y prácticamente
toda la actividad se ha desplazado a las IPS, utilizándose las células
embrionarias como sistema de contraste o control. La medicina regenerativa
parece haber conseguido su camino ético.
Los sucesivos experimentos del grupo de Zernicka-Goetz en
Cambridge parecen seguir otra lógica. Pretenden crear algo parecido al embrión
para poder experimentar y observar el desarrollo más allá del día catorce. Las
acciones que han tenido éxito lo han sido con ratones, pero a nadie se le
escapa que el interés teórico de investigar sobre embriones de ratones
“artificiales” puede ser alto pero el práctico es nulo.
La noticia de Nature Cell Biology, sin embargo, ya nos avisa
sobre lo que se pretende; se trata de cruzar el límite de los 14 días en
humanos que de momento parece legalmente inmodificable. Los semiembriones
artificiales a partir de células estaminales no serían propiamente preembriones
humanos y así hipotéticamente se les podría llevar más adelante en su
desarrollo. La acusación de hipocresía que se formuló en su momento pasaría más
bien a un abierto cinismo. Se podría trabajar con entidades, o seres, buscando
precisamente su comportamiento como un embrión humano, sin los límites de este.
Ahora bien, la pregunta surge inmediatamente. Si el comportamiento es
exactamente el de un embrión que podría tener la capacidad de pleno desarrollo,
la diferencia entre este embrión y el surgido de la unión de los gametos no sería
éticamente relevante.
La paradoja es notable. Para evitar el empleo de embriones
en sentido estricto, que con razón tienen limitada su disponibilidad para la
experimentación, hacemos el experimento de crear embriones humanos llamados
artificiales pero con condiciones
crecientemente parecidas a las del embrión en sentido estricto.
Por ello, si lo
intentado por el equipo de Cambridge fuera un trabajo teórico o práctico con
animales no habría objeciones serias, salvo posiblemente las de protección
medioambiental si se jugase a la creación de especies “nuevas”. Pero a nadie se
le oculta que quienes entienden que la acción técnica del hombre sobre el
propio hombre no puede tener más límites que los puramente utilitarios están
buscando un medio de evitar las leves barreras que se oponen a su actividad.
Sé que buena parte de la opinión piensa que lo que se pueda
hacer se hará, sean cuales fueran las cortapisas éticas o legales. Pero
precisamente el derecho y la ética actúan sobre acciones que se pueden
realizar, se refieren a acciones que alguien tiene interés en realizar y lo
hacen desde el reconocimiento del bien superior de la dignidad humana.
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