La larga crisis. Por José Miguel Serrano.
Las universidades públicas madrileñas se enfrentan en los
próximos años a un grave problema de relevo generacional. La reconversión sea
realizado en buena medida a través del proceso natural de las jubilaciones y
las generaciones que accedieron como profesores
la Universidad en los setenta se acercan al retiro. Es más, en los
próximos años se espera que se retiren otros quinientos profesores numerarios.
Se habla mucho de la endogamia, en una región que ha sido la
mas abierta a la llegada de profesores formados fuera y donde se han creado dos
universidades públicas de la nada, donde se supone que el sistema de promoción
departamental no debería haber funcionado al menos al principio. Se habla, sin
embargo poco de la inversión de la pirámide. En Universidades clásicas como la
Complutense hay áreas donde el profesor mas joven tiene cuarenta años, y este
grupo de profesores nisiquiera esta muy representado, son la minoría juvenil.
La causa principal, claro está, han sido los años de sequía con escasos
becarios, pocos ayudantes, mínima promoción de contratados doctores. Las pocas
perspectivas han movido a que un buen número de jóvenes tampoco vieran la
Universidad como la vocación soñada.
Las necesidades docentes, sobre todo en algunos grados, han
hecho que en la contratación prevalezca el criterio del número de grupos por
cubrir, se recurre a los asociados, incluso en algunos casos a falsos asociados
que tienen en la docencia la única actividad y que, eso sí, resultan mas
baratos.
Madrid, por otra parte, ha renunciado a acreditar ayudantes,
contratados doctores y profesores de Universidad privada, con lo que estas
últimas también padecen el problema de la escasez de personal cualificado.
Cualquier intento de mejora pasa por reforzar la base.
Atraer jóvenes al doctorado, objetivar los sistemas de su acreditación y
promoción, extender las becas y dotar las ayudantías.
Frente a cierto escepticismo los sistemas de acreditación
han permitido objetivar la medida de la calidad de los profesores. Hay
ciertamente injusticias en muchas áreas pero estas dependen, como siempre, de
la honestidad de los evaluadores. Ningún sistema será mejor independientemente
de la honestidad y cualificación de los evaluadores. Es ahí donde hay que centrarse.
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