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la vida
de Nicolás Gómez Dávila. Hay
una
leyenda alrededor del “Nietzsche
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colombiano”
(Quevedo) en los círculos
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gomezdavilianos. Ruiz-Calderón
no se
|
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deja
engañar por ésta, comenzando por
|
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|
su
lugar de nacimiento.
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Nos
aclara que si bien nació Nicolás
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Gómez
Dávila el 18 de mayo de 1913,
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no fue
en Cajicá como muchos lo re-
|
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lataron,
sino en la carrera 8ª con calle
|
|
16
donde hoy en día se encuentra la
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librería
Torre de Babel. Luego, como
|
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ya se
sabía, la familia se trasladó a
|
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París
en la década de 1920, dato que
|
|
no se
le ha dado la importancia que
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merece
en la formación intelectual
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del
joven Nicolás –salvo Mauricio
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Galindo
Hurtado en su artículo “Un
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pensador
aristocrático en los Andes.
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|
Una
mirada al pensamiento de Nicolás
|
|
Gómez
Dávila”, Historia Crítica, núm.
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19,
1999, y Franco Volpi en su prefacio
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|
a los
escolios completos, El solitario de
|
|
Dios, Villegas Editores, 2005–.
Allá se
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quedaría
hasta su regreso a Bogotá en
|
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1936
probablemente, puesto que al año
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siguiente
se casaría con Emilia Nieto
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Ramos,
con la cual tendría tres hijos,
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Rosa
Emilia, Nicolás y Juan Ignacio.
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Este
“periodo francés”, por llamarlo
|
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así, no
es para nada anecdótico en la
|
|
vida de
un joven colombiano, mucho
|
|
menos
cuando acontece entre los 7
|
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y 23 o
24 años, mucho menos en esta
|
|
época
de entreguerras. Por esta razón,
|
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Ruiz-Calderón
acierta, aunque suene
|
|
paradójico,
calificando al pensador
|
|
bogotano
de “autor francés en el
|
|
extrañamiento”
[pág. 44] o de “autor
|
|
reaccionario
francés” [pág. 55], a pesar
|
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de que
él mismo se describía como un
|
|
colombiano
a la antigua: “Canónigo
|
|
obscurantista
del viejo capítulo metro-
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politano
de Santa Fe, agria beata bogo-
|
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tana,
rudo hacendado sabanero, somos
|
|
de la
misma ralea. Con mis actuales
|
|
compatriotas
solo comparto pasapor-
|
|
te” (Nuevos escolios, II).
|
|
De
hecho, la única patria de Gómez
|
|
Dávila,
como él mismo lo ha escrito,
|
|
era la
inteligencia y, podríamos agregar
|
|
sin
lugar a duda, su biblioteca. Esta
|
|
biblioteca,
como lo menciona el autor
|
|
de esta
monografía de manera muy
|
|
pertinente,
que fue “el referente tanto
|
|
de la
obra como de la vida de Gómez
|
|
Dávila.
En cierta forma la biblioteca
|
|
acabó
siendo su vida e inundó su casa
|
|
de
estilo Tudor” [pág. 38] en la carrera
|
|
11 con
calle 77 donde murió en 1994
|
|
entre
sus 30.000 libros. Una biblioteca
que
adquirió el Banco de la República
|
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|
en
2011, pero que desafortunadamente
|
|
no
permanece en una única “Sala Gó-
|
|
mez
Dávila” de la Luis Ángel Arango,
|
|
|
lamenta
con razón Ruiz-Calderón, sino
|
|
dispersa
sin mención especial a Gómez
|
|
Dávila.
|
|
Acerca
de la “leyenda” del acci-
|
|
dente
de polo que lo hubiera dejado
|
|
cojo,
su biógrafo español aclara que
|
|
“no hay
evidencia de que Nicolás Gó-
|
|
mez
Dávila practicase ese deporte”
|
|
como lo
hacía su hermano Ignacio. En
|
|
cambio
montaba a caballo en su finca
|
|
|
de
Canoas-Gómez, donde se habría
|
|
caído
mientras se cubría con la ruana
|
|
para
encender un tabaco. Versión más
|
|
campestre
y menos aristocrática del
|
|
accidente
que Ruiz-Calderón obtuvo
|
|
de la
boca de la hija del filósofo, Rosa
|
|
Emilia,
y corroborada por el novelista
|
|
y
ensayista alemán Martin Mosebach
|
|
en el
relato de su visita a Gómez Dávila
|
|
publicado
en el Frankfurter Allgemein-
|
|
te Zeitung del 11
de diciembre de 1993.
|
|
No
extraña que fuese este, Martin
|
|
Mosebach,
quien impulsó la primera
|
|
traducción
del colombiano, gracias a la
|
|
labor
del editor austriaco Peter Weiss
|
|
(Karolinger
Verlag), el único a la fecha
|
|
en
haber publicado toda la obra gomez-
|
|
daviliana que tanto impacto tuvo entre
|
|
algunos
intelectuales alemanes, como
|
|
Ernst
Jünger entre los más destacados.
|
|
A
partir de esta publicación se difun-
|
|
dió el
pensamiento de Gómez Dávila
|
|
en
Europa. Cabe resaltar también el
|
|
desempeño
del profesor de filosofía de
|
|
la
Universidad de Padua, Franco Volpi,
|
|
quien a
su vez no solamente impulsó
|
|
la
traducción de los Escolios en
Italia
|
|
(Adelphi
Edizioni), sino que incitó a
|
|
la
reedición de Notas y de los
escolios
|
|
completos
en Colombia con la com-
|
|
plicidad
talentosa de Villegas Editores
|
|
(Obra completa, 2005). Sin embargo, si
|
|
bien el
pensamiento de Gómez Dávi-
porque
una mirada a las reseñas de la
|
prensa
“oficial” (periódicos, revistas)
|
de la
época da cuenta de su inserción
|
en
estos “circuitos culturales”. Ahora
|
sí,
queda la pregunta: ¿por qué, a pesar
|
de
estos apoyos, su obra no tuvo mayor
|
reconocimiento
durante su vida? ¿Por
|
su
“anacronismo intelectual” (Hernan-
|
do
Téllez, El Tiempo, 3 de agosto de
|
1960)
tal vez en un periodo de marxis-
|
mo
imperante dentro de la intelectua-
|
lidad
europea y latinoamericana? Pero
|
por
fortuna estos tiempos han pasado
|
y el
pensamiento de Gómez Dávila,
|
precisamente
por su carácter “anacró-
|
nico”
–intempestivo, para hablar como
|
Nietzsche–
sigue vigente. De hecho,
|
hay que
recordar, como él mismo lo
|
confesó:
“No pertenezco a un mundo
|
que
perece. Prolongo y transmito una
|
verdad
que no muere” (Escolios a un
|
texto implícito, I).
|
Acerca
de la obra gomezdaviliana,
|
otro
punto en el cual acierta Ruiz-Cal-
|
derón
es en reconocer la importancia
|
de su
primer libro publicado en 1954,
|
al
parecer bajo la iniciativa de su her-
|
mano
Ignacio. Si bien los Escolios son
|
“la
culminación, el capo lavoro” [pág.
|
71] de
su obra, y Textos, publicado en
|
1959,
resulta ser un intento “fallido del
|
ensayo”
[pág. 73], sin Notas –segura-
|
mente
apuntes de juventud– “no se
|
puede
trabajar sobre el colombiano”
|
[pág.71].
“Los temas de Notas, prosi-
|
gue
Ruiz-Calderón de manera muy
|
apropiada,
son premonitorios de los
|
que
trata en Escolios, de forma que
|
podemos
decir que estos últimos son
|
la última
etapa de la obra de toda una
|
vida”.
De modo que “no es posible
|
el
conocimiento de Gómez Dávila
|
sin
acceder a Notas” [pág. 73]. De
|
hecho,
leemos en Notas el principio
|
de este
“proceso de sedimenta-
|
ción”
que culminará años después en
|
los Escolios dado que, como lo escribe
de
vida” [pág. 125].
|
De ahí
la importancia y la “centra-
|
lidad”
del escolio en la obra gomez-
|
daviliana. En efecto, “el escolio, en
|
cuanto
es un comentario marginal a
|
un
texto, pretende una modestia de la
|
que
carecen otras formas de la escri-
|
tura
fragmentaria” [pág. 149]. Por lo
|
tanto,
esta modestia, no desprovista
|
de
ironía, sitúa al bogotano en la ge-
|
nealogía
de los grandes autores de
|
aforismos
como Lichtenberg, Joubert,
|
La
Rochefoucauld, Nietzsche, y, más
|
recientemente,
Cioran. Sin embargo,
|
la
“originalidad” de este gran estilista
|
que no
pretende la originalidad reside
|
en el
misterioso “texto implícito” que
|
supuestamente comentan los escolios1.
|
Por lo
tanto Ruiz-Calderón dedica un
|
importante
capítulo (el quinto) al
|
examen
de las varias hipótesis nacidas
|
del
“gran debate” [pág. 205] buscan-
|
do
saber cuál es este texto. Descarta
|
de
manera argumentada que sea “la
|
religión
democrática” (Pizano de Bri-
|
gard),
“el texto no redactado” (Volpi),
|
el
“conjunto de la tradición occiden-
|
tal”
(Torres Duque) o sus “lecturas,
|
sus
pensamientos, sus conversaciones,
|
lo que
ve y escucha, en definitiva, su
|
vida”
(Gonzalo Muñoz) o, nada más
|
ni
menos, “Dios” mismo (Goenaga).
|
También
remite a nuestra propia hipó-
|
tesis
según la cual el “texto implícito”
|
fuese
un texto escondido “que no pue-
|
de
hacerse explícito precisamente por
|
su
extremada incorrección política”
|
[pág.
210]. Tiene razón Ruiz-Calderón
|
en
apuntar que sería una posibilidad
|
respecto
a un académico francés, mas
|
no en
el caso de Gómez Dávila, que no
|
tenía
porqué esconder sus lecturas por
|
motivos
políticos o universitarios. Sino
|
que
obedece, según nuestro juicio, no
|
tanto a
una estrategia de ocultamiento
|
política
o ideológica sino filosófica y
|
literaria,
es decir irónica en el sentido
|
que Leo
Strauss ha dado a este método
|
socrático
y que hemos desarrollado en
|
otras ocasiones2.
|
La
ironía socrática en la interpre-
|
tación straussiana está vinculada con
|
la
existencia de un orden jerárquico
|
natural
entre los hombres y consiste
|
en
dirigirse de distinto modo a dis-
|
tintos
tipos de personas. En este caso
|
interviene
el uso de la forma breve en
|
Gómez
Dávila que obedece no sola-
|
mente a
un propósito estilístico sino
|
a un
doble objetivo. Por un lado, la
|
|
el
autor, “su obra en las formas valiosas
|
que nos
ha legado ha pasado por un
|
proceso
de decantación, en el tiempo
|
y en el
esfuerzo” [pág. 121]. No es ca-
|
sual
que los primeros Escolios serán
|
publicados
en 1977, ¡teniendo el autor
|
64
años! Aquí también la vida y obra
|
del
autor están tan ligadas que, como
|
lo
señala muy bien Ruiz-Calderón, la
|
primera
resulta ser una expresión de
|
la
segunda: “El estilo es no solo una
|
regla
de escritura, sino también, y de
|
manera
muy determinante, una línea
|
|
|
la tuvo
mucho más acogida dentro de
|
|
los
círculos intelectuales europeos –la
|
|
mayoría
de ellos conservadores–, decir
|
|
que el
autor de los Escolios “solo cono-
|
|
ció un
éxito póstumo ya que el escritor
|
|
colombiano
se cuidó de situarse fuera
|
|
de los
circuitos culturales dominantes
|
|
de su
época” [pág. 119] nos parece exa-
|
|
gerado.
Primero, porque las editoriales
|
|
que
publicaron sus Escolios han sido
|
|
siempre
del Estado colombiano (Ins-
|
|
tituto
Colombiano de Cultura, Procul-
|
|
tura,
Instituto Caro y Cuervo); luego,
“manera
corta y elíptica” de escribir
|
sirve
como enseñanza “exotérica”
|
para
expresar una verdad directa que
|
impacta
al “vulgo”. Por otro lado, su
|
estilo
de “breve sugerencia” tiene que
|
acercarse
al tema de manera elíptica.
|
|
De este
modo, permite una lectura
|
secundaria
(“esotérica”) por parte del
|
“sabio”,
quien supone a quién o a qué
|
se
refiere el autor y, además, percibe
|
las
relaciones subyacentes entre las
|
ideas
hasta remontar a sus principios.
|
Este
lector “sabio” tiene que adivinar,
|
reconstruir
él mismo el hilo argumen-
|
tativo.
Recordemos que Gómez Dávila
|
afirmaba
que “el aforismo supone que
|
autor y
lector viven dentro de un mis-
|
mo
universo de discurso” (Notas).
|
Esta hipótesis, a diferencia de las
|
precedentes
mencionadas pero que
|
tampoco
las invalida, no pretende
|
dilucidar
el contenido del texto im-
|
plícito,
es decir el qué, sino el cómo.
|
En este
sentido y de igual manera,
|
Ruiz-Calderón
comprueba nuestra
|
suposición
aludiendo a uno de estos
|
textos
“implícitos” con la crítica a la
|
“religión
democrática” a partir de su
|
interpretación
de Eric Voegelin sin
|
que
haga referencia explícita al autor.
|
Entonces,
si el colombiano “sigue las
|
huellas
del autor austriaco” [pág. 214]
|
en este
sentido, ¿por qué no nombrarlo
|
tal vez
como todo buen comentarista?
|
El
“gran debate” alrededor del texto
|
implícito
gomezdaviliano queda abier-
|
to. El
libro de Ruiz-Calderón tiene el
|
mérito
inigualable de abrir otros ca-
|
minos.
|
|
Michaël
Rabier
|
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