martes, 21 de mayo de 2019

Vicent Lambert, otro homicidio por negación de los cuidados mínimos. Hoy en La Razón.

Publicado antes de la última decisión del Tribunal de Apelación.

Vicent Lambert, otro homicidio por negación de los cuidados mínimos. Por José Miguel Serrano.


Nos acordamos como empezó todo. En la primera versión, la de los años veinte se trataba de definir si existían vidas sin valor vital, en ese absoluto de los valores que se volvió popular, el valor contra el propio bien, el valor vida humana contra la vida de un sujeto. Pero luego, ante el descrédito de la postura del siglo veinte se pasó directamente al postmodernismo, por un lado la voluntad absoluta, luego el sentimiento.
La aporía de la eutanasia de la voluntad absoluta es que se aplica sobre personas sin voluntad, que no han podido manifestar su voluntad y que nunca la manifestarán. Lo que se ha justificado como la muerte por que uno entiende que está en condiciones en que no quiere vivir se ha sustituido por un juicio objetivo del equipo médico y por la voluntad de terceros. El no quiero vivir así, se ha transformado en no entiendo que nadie quisiera vivir así. Y esto ha pasado con Therry, con Eluana y ahora con Vicent.
Los sentimientos son aún más peligrosos cuando se trata de juzgar la vida humana. En primer lugar en todos los casos se imponen unos sentimientos contra otros, normalmente, salvo con Eluana, los de la pareja o expareja frente a los padres. Estos últimos no se resignan y frente a su sentimiento se imponen aparentemente otros. Pero los sentimientos, como la moral, suelen ocultar otras cosas. No me refiero aquí ni a la voluntad de poder ni a la envidia,  dos grandes móviles de la acción humana sino a la soberbia del control absoluto.

Por supuesto en estos casos todos ha venido por la idea de que alimentar e hidratar, cuando se trata de personas que no están en un proceso de muerte, directo pues en ese proceso andamos todos, es un tratamiento y no un cuidado. Por supuesto que hay ocasiones en las etapas finales de no hidratar o alimentar, no debemos en esto aumentar los sufrimientos de nuestros semejantes. Pero matar de inanición o deshidratación, o precipitar cómo será el caso el final con una dosis masiva tal como se actuó con Eluana y no con Therry es un homicidio. Hemos llegado al homicidio médico, con debate jurídico, y buena conciencia del homicida y acusación de falta de sentimientos a quien se opone. Ha venido para quedarse, en otro rasgo de una sociedad que hace tiempo olvidó el sagrado principio de “No matarás al inocente”

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