martes, 30 de agosto de 2011

Benedicto XVI contra los Filisteos

En el momento de las productividades y las rentabilidades, de las reformas puramente técnicas, de la sumisión de la Universidad Benedicto XVI ha alzado su voz, apenas pues lo pausado de sus gestos trasluce a medias la rotundidad de sus palabras, para redimir a las Universidades y a sus integrantes de las amenazas del momento.
Para ello ha vuelto a pronunciar las palabras antiguas, casi perdidas de verdad y vocación. Vocación para transmitir y acercarse a una verdad que no poseemos, que no es nuestra sino que nos posee. Vocación del estudiante y del profesor universitario.
Esta recuperación de la Universidad frente a los tecnócratas, esta liberación del más simple utilitarismo, requiere el esfuerzo de transmitir lo recibido con amor. Amor a la verdad, unión de dos palabras que el relativismo separa con puros fines de manipulación, de dominio, de poder.
Había ecos de Platón en esta nueva llamada a la vocación universitaria, ecos que se difunden a través de toda nuestra tradición. Es muy posible que buena parte de las autoridades académicas de la cuantificación, los que nos han conducido a la situación actual, no entendieran nada. Pero en el corazón de muchos de los asistentes la palabras simples y sinceras recuerdan la razón profunda por la que algunos sentimos la llamada universitaria, primero como alumnos, luego como profesores.
Vaclav Havel, el gran resistente checo, nos decía que basta proclamar la verdad frente a la ideología para afirmar el poder de los sin poder. En unas pocas palabras, apenas en unos momentos, el Papa nos ha traído lo que ya sabíamos y, probablemente, habíamos olvidado

viernes, 19 de agosto de 2011

Descripción de la Vocación Universitaria por Benedicto XVI

Intervención de Benedicto XVI en el encuentro con profesores universitarios jóvenes

Señor Cardenal Arzobispo de Madrid, Queridos Hermanos en el Episcopado, Queridos Padres Agustinos, Queridos Profesores y Profesoras, Distinguidas Autoridades, Amigos todos
Esperaba con ilusión este encuentro con vosotros, jóvenes profesores de las universidades españolas, que prestáis una espléndida colaboración en la difusión de la verdad, en circunstancias no siempre fáciles. Os saludo cordialmente y agradezco las amables palabras de bienvenida, así como la música interpretada, que ha resonado de forma maravillosa en este monasterio de gran belleza artística, testimonio elocuente durante siglos de una vida de oración y estudio. En este emblemático lugar, razón y fe se han fundido armónicamente en la austera piedra para modelar uno de los monumentos más renombrados de España.
Saludo también con particular afecto a aquellos que en estos días habéis participado en Ávila en el Congreso Mundial de Universidades Católicas, bajo el lema: “Identidad y misión de la Universidad Católica”.
Al estar entre vosotros, me vienen a la mente mis primeros pasos como profesor en la Universidad de Bonn. Cuando todavía se apreciaban las heridas de la guerra y eran muchas las carencias materiales, todo lo suplía la ilusión por una actividad apasionante, el trato con colegas de las diversas disciplinas y el deseo de responder a las inquietudes últimas y fundamentales de los alumnos. Esta “universitas” que entonces viví, de profesores y estudiantes que buscan juntos la verdad en todos los saberes, o como diría Alfonso X el Sabio, ese “ayuntamiento de maestros y escolares con voluntad y entendimiento de aprender los saberes” (Siete Partidas, partida II, tít. XXXI), clarifica el sentido y hasta la definición de la Universidad.
En el lema de la presente Jornada Mundial de la Juventud: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (cf. Col 2, 7), podéis también encontrar luz para comprender mejor vuestro ser y quehacer. En este sentido, y como ya escribí en el Mensaje a los jóvenes como preparación para estos días, los términos “arraigados, edificados y firmes” apuntan a fundamentos sólidos para la vida (cf. n. 2).
Pero, ¿dónde encontrarán los jóvenes esos puntos de referencia en una sociedad quebradiza e inestable? A veces se piensa que la misión de un profesor universitario sea hoy exclusivamente la de formar profesionales competentes y eficaces que satisfagan la demanda laboral en cada preciso momento. También se dice que lo único que se debe privilegiar en la presente coyuntura es la mera capacitación técnica.
Ciertamente, cunde en la actualidad esa visión utilitarista de la educación, también la universitaria, difundida especialmente desde ámbitos extrauniversitarios. Sin embargo, vosotros que habéis vivido como yo la Universidad, y que la vivís ahora como docentes, sentís sin duda el anhelo de algo más elevado que corresponda a todas las dimensiones que constituyen al hombre. Sabemos que cuando la sola utilidad y el pragmatismo inmediato se erigen como criterio principal, las pérdidas pueden ser dramáticas: desde los abusos de una ciencia sin límites, más allá de ella misma, hasta el totalitarismo político que se aviva fácilmente cuando se elimina toda referencia superior al mero cálculo de poder. En cambio, la genuina idea de Universidad es precisamente lo que nos preserva de esa visión reduccionista y sesgada de lo humano.
En efecto, la Universidad ha sido, y está llamada a ser siempre, la casa donde se busca la verdad propia de la persona humana. Por ello, no es casualidad que fuera la Iglesia quien promoviera la institución universitaria, pues la fe cristiana nos habla de Cristo como el Logos por quien todo fue hecho (cf. Jn 1,3), y del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios. Esta buena noticia descubre una racionalidad en todo lo creado y contempla al hombre como una criatura que participa y puede llegar a reconocer esa racionalidad. La Universidad encarna, pues, un ideal que no debe desvirtuarse ni por ideologías cerradas al diálogo racional, ni por servilismos a una lógica utilitarista de simple mercado, que ve al hombre como mero consumidor.
He ahí vuestra importante y vital misión. Sois vosotros quienes tenéis el honor y la responsabilidad de transmitir ese ideal universitario: un ideal que habéis recibido de vuestros mayores, muchos de ellos humildes seguidores del Evangelio y que en cuanto tales se han convertido en gigantes del espíritu. Debemos sentirnos sus continuadores en una historia bien distinta de la suya, pero en la que las cuestiones esenciales del ser humano siguen reclamando nuestra atención e impulsándonos hacia adelante.
Con ellos nos sentimos unidos a esa cadena de hombres y mujeres que se han entregado a proponer y acreditar la fe ante la inteligencia de los hombres. Y el modo de hacerlo no solo es enseñarlo, sino vivirlo, encarnarlo, como también el Logos se encarnó para poner su morada entre nosotros. En este sentido, los jóvenes necesitan auténticos maestros; personas abiertas a la verdad total en las diferentes ramas del saber, sabiendo escuchar y viviendo en su propio interior ese diálogo interdisciplinar; personas convencidas, sobre todo, de la capacidad humana de avanzar en el camino hacia la verdad. La juventud es tiempo privilegiado para la búsqueda y el encuentro con la verdad. Como ya dijo Platón: “Busca la verdad mientras eres joven, pues si no lo haces, después se te escapará de entre las manos” (Parménides, 135d). Esta alta aspiración es la más valiosa que podéis transmitir personal y vitalmente a vuestros estudiantes, y no simplemente unas técnicas instrumentales y anónimas, o unos datos fríos, usados sólo funcionalmente.
Por tanto, os animo encarecidamente a no perder nunca dicha sensibilidad e ilusión por la verdad; a no olvidar que la enseñanza no es una escueta comunicación de contenidos, sino una formación de jóvenes a quienes habéis de comprender y querer, en quienes debéis suscitar esa sed de verdad que poseen en lo profundo y ese afán de superación. Sed para ellos estímulo y fortaleza.
Para esto, es preciso tener en cuenta, en primer lugar, que el camino hacia la verdad completa compromete también al ser humano por entero: es un camino de la inteligencia y del amor, de la razón y de la fe. No podemos avanzar en el conocimiento de algo si no nos mueve el amor; ni tampoco amar algo en lo que no vemos racionalidad: pues “no existe la inteligencia y después el amor: existe el amor rico en inteligencia y la inteligencia llena de amor” (Caritas in veritate, n. 30). Si verdad y bien están unidos, también lo están conocimiento y amor. De esta unidad deriva la coherencia de vida y pensamiento, la ejemplaridad que se exige a todo buen educador.
En segundo lugar, hay que considerar que la verdad misma siempre va a estar más allá de nuestro alcance. Podemos buscarla y acercarnos a ella, pero no podemos poseerla del todo: más bien, es ella la que nos posee a nosotros y la que nos motiva. En el ejercicio intelectual y docente, la humildad es asimismo una virtud indispensable, que protege de la vanidad que cierra el acceso a la verdad. No debemos atraer a los estudiantes a nosotros mismos, sino encaminarlos hacia esa verdad que todos buscamos. A esto os ayudará el Señor, que os propone ser sencillos y eficaces como la sal, o como la lámpara, que da luz sin hacer ruido (cf. Mt 5,13-15).
Todo esto nos invita a volver siempre la mirada a Cristo, en cuyo rostro resplandece la Verdad que nos ilumina, pero que también es el Camino que lleva a la plenitud perdurable, siendo Caminante junto a nosotros y sosteniéndonos con su amor. Arraigados en Él, seréis buenos guías de nuestros jóvenes. Con esa esperanza, os pongo bajo el amparo de la Virgen María, Trono de la Sabiduría, para que Ella os haga colaboradores de su Hijo con una vida colmada de sentido para vosotros mismos y fecunda en frutos, tanto de conocimiento como de fe, para vuestros alumnos.
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martes, 9 de agosto de 2011

ya les tenemos muy vistos. Indignados y ultraizquierda. Articulo en el confidencial digital

A veces resulta aburrido tener razón. Los cazadores de novedades, nuevos movimientos, nuevas tendencias que se dice en el mundo de la moda, y esto no son más que modas, tienden a confundir la enésima versión de lo mismo con una “nueva revolución de nuevos medios”. Así tienden a calificar como “indignados”, nombre que ha hecho furor y única novedad de esta historia, a la enésima algarada de ultraizquierda.
Para ratificar esta intuición que algunos tuvimos desde el principio, y mucho bobo confundió desde el principio, bastaba observar si el perroflautismo planteaba alguna novedad en los temas claves, esos en los que la izquierda entra al trapo radicalmente, donde no transige, donde arrima el agua a su molino y donde coinciden Zapatero, Cayo Lara, Sebastián, Roures, Rubalcaba y, por supuesto, el conglomerado menguante de Sol.
La otra sencilla observación, donde están entrando muchos medios y donde basta ver a los concentrados , aunque en este caso nos han reforzado las filtraciones policiales, es el origen de los activistas concretos y sus lugares de reunión.
Respecto a lo primero conviene recordar que el último intento de la izquierda para recuperar protagonismo ante su odioso papel de comparsa en la terrible crisis española fue la movilización anticristiana en las universidades. A los ingenuos podría sorprender que con la que estaba cayendo en las universidades, con la crisis de dotaciones, la subida de matriculas y la estafa boloñesa el gran tema fueran las capillas. Pero el ingenuo o el idiota deben recordar que para la izquierda el anticristianismo, que ellos llaman anticlericalismo, es tan definitorio como sus otras formas de resentimiento.
Con los asaltos a capillas lanzados desde organizaciones subvencionadas por la izquierda oficial no se avanzo mucho, pero he aquí que Izquierda Unida desde sus bases de Rivas ha lanzado una campaña contra la visita papal que ha sido calcada por los agitadores que mantienen el control férreo del alboroto callejero, especialmente en Madrid.
Son los mismos argumentos, el mismo rollo aparentemente económico (quien paga la famosa visita papal) y el mismo tono perdona vidas: “si el papa se vistiera como nosotros, o pensara como nosotros, o hablara de moral como nosotros decimos le acogeríamos”. Es decir el mismo discurso de siempre según el cual la única voluntad respetable ( ellos sólo tienen voluntades) es la que coincide con su voluntad liberadora. Los demás que se fastidien, y uso el término fastidiar para no ser mas explícito ahora que andan con la memoria.
Los intentos de alboroto en torno a la visita papal, que si no son excesivos convienen al Gobierno para disminuir el impacto del mensaje ciertamente poco complaciente del Pontífice, son por tanto otra prueba más de quien maneja milimétricamente el supuesto movimiento espontáneo y novedoso. Si los okupas y los de Rivas no fueran suficiente síntoma mirad a los medios de la izquierda, con que entusiasmo intentan mantener la llamita sagrada de los 500 frente a la marea humana que inundará, libre y gozosa, las calles de Madrid la semana que viene. 
José Miguel Serrano es profesor titular de Filosofía del Derecho de la Universidad Complutense de Madrid